jueves, 24 de septiembre de 2009

Aguacero en Aguarón



Cuentan de un tal Fort, científico estadounidense, que empleó buena parte de su vida en tratar de explicar todo tipo de fenómenos paranormales y, en particular, el de las extrañas lluvias caídas en distintos sitios del planeta. Lluvias de todos los colores, lluvias de maíz y de algodón, de lodo y de arena, de sangre y hasta de monedas antiguas. En esa recopilación de hechos, Fort llegó a censar lluvias raras muy raras: de peces, de cangrejos, de medusas… En su “Libro de los condenados” se planteó el poder selectivo de los tornados. ¿Por qué llueven sapos y no ranas? ¿Por qué ranas y no sapos?

A las siete menos cuarto de la tarde del 12 de septiembre (sábado) ese tal Fort, hombre de aspecto circunspecto, no estaba en el patio de la Casa del Gaitero de Aguarón para sumarse al debate sobre si llovería o no llovería. Pero había voces suficientes y dispares que iban desde el ingenuo optimismo de un sector del público, pasando por el escepticismo de los nativos -que no habían visto llover en todo el verano-, hasta la determinación de los músicos, que -pronosticando que el nubarrón en lontananza venía hacia nosotros- terminaron desmontado el amplificador que habían preparado en el exterior.



Una vez dentro, en la misma Sala Tam Tam donde apenas un par de horas antes se habían dado los últimos toques a la exposición, la voz de Ana y las cuerdas de David y Joao arrullaban a las setenta personas y al medio millar de gatos que habían acudido a la cita. Los músicos no se equivocaron. A la tercera canción el aguacero era una realidad. Tras la merienda, hubo tartas de colores y cava frío, una combinación infalible en cualquier cumpleaños: 25 tacos departamentales a ritmo de bossa nova, que cumple 50. Y se desataron las risas, las presentaciones, las lenguas de gato.



En la visita a esta singular exposición se requieren buenas dosis de observación. Para encontrar tras vuelta y vuelta al gato buscado, agazapado entre los otros 513. Para mirar despacio uno a uno, como se merecen, y descubrir así su personal misterio. De la génesis del proyecto ya se ha dado cuenta en este blog. Queda decir que en el mes de marzo fraguamos con Eugenio Arnao la idea de montar esta exposición. Por si buscáis conexiones tangibles, más allá de la amistad o de la casualidad, en las baldosas del primer piso de su casa-museo apareció en las tareas de rehabilitación de hace unos años la silueta estampada de un gato sepultado bajo los escombros, como una premonición.



Y queda agradecer el apoyo de las compañeras que se acercaron hasta allí, sin olvidar al gato del Rincón. Y el del joven y jovial equipo directivo. Y el de la aventurera familia llegada en una furgoneta azul recién estrenada. Y, como siempre, fue un placer brindar con los colegas del Departamento, que alimentamos la idea y a los gatos. Desde el primer día, en que repartimos las plantillas entre la desconocida clientela del pub La Luna. Por el próximo brindis al sol.



De regreso a Zaragoza, la lluvia había cortado la carretera. Una recia lluvia formada por tiras onduladas y de colores, de unos diez gatos cada una. Un auténtico chaparrón de ideas, de estilos y de artistas, de edades y de lugares.

Charles Fort hubiera anotado con detalle en su cuaderno de campo este extraño suceso, al margen de toda ortodoxia científica. Y se hubiera preguntado: ¿Por qué gatos y no perros? ¿Por qué no gallos? ¿Por qué gatos y no avestruces?

3 comentarios:

  1. Desde que El Extranjero se ha transformado en "Ex" ya las cosas no son las mismas. Este texto es un buen resumen del evento, pero le falta la osadía de mostrar todo cuanto pasó. Queda tan políticamente correcto que yo, su siempre acólito, me habría sentido fuera de lugar en aquella fiestuca.
    Lo pasamos muy bien; nos faltó bebida y tiempo; la comida, la justa para que el alcoholímetro no saltara por los aires; los gatos, radiantes y de gala; la música expansiva y equilibrada -habría sido peor que el músico delgadito llevara el timple en lugar del contrabajo; que el cantante más gordito llevara el contrabajo en vez del timple; que la cantante delgadita llevara un tamtam en lugar de una flautita travesera...-; la compañía -¡ah, la compañía!- de todos los pelos y todos los tamaños, como decía Cela; los idiomas olvidados y sin embargo presentes en algunos cónyuges; las sonrisas expansivas y amplias como merecía la ocasión; el lugar, impresionante y con un gato grabado a fuego en el suelo; en fin, que lo difícil habría sido que saliera mal o inadecuada.
    Y para más inri, las lluvias hicieron que nos desviaran hacia Daroca, cuando lo que queríamos era volver a Zaragoza. Fue una señal del cielo desaprovechada por nosotros que, como reata de hormigas, fuimos volviendo educadamente y a paso lento a nuestros rediles en lugar de haber escapado a la ciudad de los Corporales a poner en bulla a los de la cárcel con nuestros maullidos.

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  2. Pienso que es de justicia dejar aquí constancia de que sin Ricardo y sin Andrés, profesores, artistas y "alma mater" a dúo de nuestro blog, no hubiera sido posible esta eclosión de gatos multicolores que nos han alegrado la vida, y lo siguen haciendo en la Casa del Gaitero de Aguarón.
    Por fin el "gato-fantasma" de tan hermosa y musical casa ya no se siente solo y seguro que ha formado una orquesta sinfónica gatuna con sus colegas de papel de tan variada procedencia como los instrumentos que allí se albergan.

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  3. Por alusiones, como dicen en el hemiciclo, aunque no suelo.

    A mi compadre:
    Tienes razón en lo de políticamente correcto. Hay que llevarse bien con los jueces, compadre, por lo que puedan cohechar. Así de correcto soy. Y además, en la misma línea, pretendo ser un civilizado “ex”, aunque no se lleve. Así que dejé para ti el honor de poner la guinda. Te noto muy comedido, no obstante. Pensaba que ibas a tirar de la manta y sólo has recogido el mantel. Y, en cualquier caso, mucho corporal y mucho motín, pero tú no sabes cómo acabó mi noche, y todos sabemos que la tuya acabó como la de una educada y civilizada hormiga. ¿Qué te está pasando, gatito lindo? La próxima la haremos de monos, para festín general. ¡Leña al mono!, mire usted…

    A la madrina:
    Sabes perfectamente que estos dos niños descarriados no seríamos nada sin tu rol de Campanilla. Y no se trata de ningún asunto de discriminación positiva, como mi compadre estaría dispuesto a creer. Igual que no solemos equivocarnos a la hora de reconocer a un capador de un mamporrero, distinguimos a la legua entre las estibadoras y las capitanas como tú. Cuando los gatos se despierten al ritmo de un buen fagot y de una viola d´amore no dudarán en seguir tu olor y tus pasos. Porque aquí, mater, lo que se dice mater, solo hay una.

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