jueves, 4 de marzo de 2010

La primavera, por Ganna Goncharova (2º Intermedio)

Hoy es un día extraño. Tengo que escribir algo, pero no sé de qué. Mi hija dice: “¿Porque no escribes sobre la primavera?” Es buena idea. ¿Pero sobre qué primavera? Mi hermano ha enviado una foto de hoy desde Toronto. Él, su mujer y su hijo están en plena naturaleza con bastones de esquiar. Hay nieve alrededor, hay bastante para cubrir un mamut hasta las orejas. Parece que no verán tierra hasta abril.
Mi cuñada de Ucrania ha llamado por Skype y se quejaba del tiempo. Hace frío, pero no lo bastante como para nevar. Por eso llueve y todos sufren por un viejo enemigo, la temporada de malos caminos, lodazales y fangales. Podría llamar a eso como quisiera, pero el resultado sería el mismo, todo está desesperadamente sucio. Las aceras, los coches, los botas, los perros están sucios. El tiempo pasa, los gobiernos y los sistemas políticos cambian, las naves espaciales surcan galaxias cercanas y los científicos leen el ADN como un cómic, pero en cualquier tierra donde hablan en ruso la temporada de malos caminos es una temporada fatal y perpetua. Hay una frase tan popular como antigua: “Hay dos desgracias en Rusia, los hombres tontos y los caminos.” Unos dicen que esta frase pertenece a Pushkin, otros dicen que es de Gogol, algunos se la atribuyen a Saltikov-Shchedrin. Hay también una teoría de que eso lo dijo el zar Nicolás I. Parece que zar leía un libro sobre Rusia escrito por un francés, el marqués de Custine. El marqués fue un huésped especial de la corte rusa, había sido recibido por el zar con todo el lujo oriental, pero después “el infame marqués” escribió un libro malísimo sobre Rusia. Es decir, que la calidad del libro era excelente, pero las cosas que contó el “malvado francés” eran desagradables para los arrogantes rusos. Pues el autócrata de toda la Rusia leyó el “pasquín” y dijo algo así: “… (una palabra obscena) No hay en Rusia más desgracias que los hombres tontos y los caminos malos.” Nada ha cambiado en ambos asuntos.
Después de escuchar las quejas de mi cuñada, con mi perro hemos salido a nuestro pequeño jardín para refrescar un poco mi cerebro. Recuerdo muy bien que hay que escribir una redacción para mañana pero los parientes a veces pueden ser pesados. Hay que hacer algo. Mientras estoy arreglando un bancal para poner semillas de lavanda, mi perro esta flirteando con la perra de los vecinos. La perra es pelirroja con un collar elegante y piernas tremendamente delgadas. No tiene ni rastro de pedigrí. Mi Yorkshire terrier Mango, por el contrario, tiene una genealogía tan larga y noble que si fuera una persona jamás hablaría ni conmigo ni con nadie excepto con un miembro de la Cámara de los Lores de Inglaterra. Pero está tan descuidado y sucio como un caballero a la vuelta de una cruzada. Además huele como un salchichón. La perra esta loca de amor. Por desgracia para esta pareja, los divide una verja de malla metálica. Los dos gimotean lastimeramente y rasguñan tierra debajo de la verja. La primavera. La primavera no es verano y el frío de la tarde nos ha echado del jardín. Nos hemos arrellanado con Mango en el sofá y empiezo escribir por fin. ¿Sobre qué? Sobre la primavera.

2 comentarios:

  1. ¡Fantástico, Ganna! Me ha encantado tu composición de la primavera. Y enhorabuena por tu español, magnífico.

    A mí lo que me desconcierta es el asunto de las frutas. Antes podíamos saber perfectamente qué estación estaba tocando a su fin o qué otra estaba comenzando por la fruta que teníamos sobre la mesa, en la nevera o simplemente en las fruterías, esperando a ser compradas.

    Estaba todo clarísimo: si la mesa, en el postre, tenía ese perfume a naranja significaba que estabas en el frío invierno, tal vez Navidad; si eran cerezas -aquellos rojos pendientes que nos colgábamos las niñas de las orejas- lo que te echabas a la boca, era evidentemente la época de las vacaciones escolares, la piscina y los campamentos estivales. Y así con cada fruta.

    Sin embargo ahora nuestros hijos no pueden tener esas referencias estacionales con respecto a la fruta porque les doy zumo de naranja todo el año, les empiezo a dar batidos de fresa en cuanto quitan los adornos navideños y podemos abrir sandías durante varios meses.

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  2. Hola, Hadah!!

    La verdad es que este texto de Ganna es realmente bueno. Me lo pasó como ejercicio de clase y me pareció divertido y con gran sentido del humor, además de bien escrito. Hicimos algunas pequeñas -de verdad, muy pequeñas- correcciones y lo publicamos. Creo que merecía la pena.

    Por lo demás y con relación a lo que cuentas, pues efectivamente y como siempre, tienes razón. Siempre recordaré a mi padre, andaluz de Málaga, haciendo el gazpacho de un modo delicioso como sólo él sabía hacerlo. Y recuerdo que apenas comenzaba el calor, allá para junio, me dedicaba a insistirle a mi madre a ver cuándo preparaba papá el gazpacho. Y siempre me repetía lo mismo: "habrá que esperar hasta finales de julio a que haya buenos tomates, grandes pimientos y jugosos pepinos".
    Como dices, ahora puedes estar comiendo gazpacho desde Año Nuevo hasta Nochevieja sin problemas, aunque nunca tendrá el sabor de aquellos gazpachos de antaño.
    Y qué decir de los "perillos de sanjuán" o de los albaricoques, o de las picotas, etc...

    Sin embargo, hay algo que me compensa de todo esto y que sólo las canas y la edad me han traído: soy capaz de deleitarme y dejar pasar las horas contemplando los maravillosos almendros y su floración en los somontanos del Moncayo, cuando el cierzo pela y la nieve aún se ve por entre los campos. La blancura delas flores de los almendros siempre siempre me deja en la boca la sonrisa de una nueva promesa cumplida: la primavera se acerca, aunque el mamut del que habla Ganna quizás nunca la vea.

    Saludos cordiales

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