viernes, 21 de mayo de 2010

Zaragoza, por Anna Serova (2º Avanzado)

Dicen que lo bueno deja de sorprendernos muy pronto. Ver cada dia las cosas bonitas e interesantes se convierte en habitual y se pierde la posibilidad de descubrirlas de nuevo. Por eso temo acostumbrarme a ver Zaragoza cada dia.

He entendido que esta ciudad es mía de verdad con todo lo bueno y lo malo. Tal vez porque me acogió cuando llegué a España y me dio mis primeras clases de vida española.

Me encanta su aire juguetón que obliga a los abuelitos a volverse a mirar a las chicas guapas y su cierzo que limpia los cielos casi siempre despejados.

Me gusta su arquitectura con una historia tan larga que no puedo ni imaginarme y sus monumentos que a veces tienen formas tan extrañas que mi fantasía se queda sin habla.

Me admira el amor con el que la gente se pone los trajes típicos regionales en el día del Pilar y no puedo esconder la sonrisa cuando veo en la calle tres niños, hermanos o hermanas, vestidos igual.

Me encantan los maños con su paciencia y con sus emociones que expresan cundo su equipo favorito mete un gol. La gente de aquí a veces tan amable y abierta que es capaz de invitar a un desconocido a tomar café y hablarle sobre sus hijos, nietos, bisnetos… Son vitalistas, creen que un día les tocará la lotería y un poco dispistados todos, hasta el Gobierno, por eso es posible que primero pongan el asfalto y despues cambien la tubería.

Me gusta el castellano de los zaragozanos con sus “maña” y “maja”, vulgar pero muy vivo y natural.

Ahora Zaragoza es mi casa, mi familia y mis amigos. Espero que esta ciudad sea el sitio donde seré feliz.

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