sábado, 18 de junio de 2011

Los mismos Sitios

Sucedió hace tres días. Cruzábamos la Plaza de los Sitios en busca de un digestivo con el que diluir un reseco, infinito codillo. En mitad de ese cuadrilátero de abogados, en la plaza más afrancesada de la ciudad, la mano de la figura femenina que corona el monumento apuntó sobre mi cabeza. Sentí de improviso un relámpago o mazazo, puede que un aguijón, eso que, pronunciado en la lengua de Asterix, llaman un déjà vu. Así, tal cual y de repente. No descarto que su aparición fuera provocada por la influencia francesa de la presencia de Gelovira en esos y otros momentos, presentes y pretéritos. O bien pudo ser el contagio del mismo ardor guerrero de antaño, ese con el que arrastran un cañón decimonónico las figuras en relieve del conjunto del pedestal. O la herencia de los años de militante resistencia de Cronopia, Cronopia la Resistente, resistente aquí y allá. O que se coló por ahí alguna niña huérfana escapada de la tesis de literatura infantil de la tutora Rottenmeier, también presente, y me soplara al oído que esa plaza, esa escena, ya la habíamos paseado juntos.

Al llegar a casa y rebuscar en los archivos me desvelé a mí mismo el misterio: ni déjà vu, ni déjà visité ni déjà senti, porque la escena no era realmente nueva, primera condición para que cualquiera de uno de esos déjà ocurra. Vivo frecuentemente rodeado de un rayo acuariano para el que los diarios deberían traer las noticias que sucederán al día siguiente, así que esta entrada es un desafío a la Norma, a las normas. Sucedió hace tres años y medio. Yo apenas conocía el manejo de mi recién estrenada cámara digital. Era diciembre y 2007; y 21, para más señas. Siempre hemos tenido lagunas de amnesia, pero guardamos alguna memoria. Lo digital ayuda, es cierto. Aquella visita que comenzó en el Patio de la Infanta, siguió por las salas goyescas del Museo Provincial y terminó en la retícula vidriada del muro de la Parroquieta de La Seo, uno de esos lugares comunes en nuestras visitas, sale por fin a la luz. ¡La luz, la luz!

Aquel recorrido es hoy rescatado para nuestra minúscula historia, en una explosiva mezcla de déjà vu y jamais vu, merced al corazón más francés de la ciudad, escenario de la Expo Hispano-Francesa de 1908. Las esculturas siguen intactas. Los profesores nos mantenemos en pie (o eso creo). Las personas que aparecen en el papel de alumnos ya han dejado de serlo. Algunos patean hoy otras calles en otras ciudades. Muchos seguimos paseando por los mismos Sitios. El espíritu de todos sigue vivo. Desde la condesa de Bureta a Huiqin Xao, desde el general Palafox a Almuth Bethge, aguerridos y peleones soldados, peleones y aguerridos alumnos. Ninguna de estas fotos ha perdido el calor y el color de aquella mañana invernal. Así lo indican las siguientes 12 instantáneas, 12 fogonazos donde se dieron cita la observación, la dispersión, la insumisión y la indignación..., por citar otros lugares -también- comunes: los Sitios que nos caracterizan. Ante la amenaza de vernos de nuevo sitiados por fuerzas invasoras y, para nuestra supervivencia, para librarnos de los asedios, hacemos lo posible para no perder el aire de rebeldía ilustrada. Tan nuestro como tuyo. Tan tuyo como quieras. Tan lejos y tan cerca. Un déjà connu, la misma historia: los mismos Sitios de ayer y de hace tres días. Libertad, Igualdad, Fraternidad. Los mismos que hace tres años. Vitalidad, Cooperación, Recreación. Los mismos Sitios de hoy. Los mismos de siempre.


Atentos.

Dispersos.

Infiltrados.

Despiertos.

Insumisos.

Reunidos.

Indignados.

Abiertos.

Ilustrados.

Sedientos.

Rendidos.

Y rearmados: festivos y expresivos.
Generosos.
Como dice un himno: del tamaño de hombres y mujeres.


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