miércoles, 1 de enero de 2014

Viena, Austria

Fueron intensos días de octubre 2013 –diez, once, doce y trece- en la capital de un eximperio que acabó como todos. Desmembrado. Una ciudad que ha visto nacer a destacados alumnos de este Departamento, a reyes desgraciados, a compositores de lieder, a músicos dodecafónicos, a pintores simbolistas, a cineastas expresionistas, a pilotos de Fórmula 1, a apasionados filósofos del lenguaje, y a apasionantes psicoanalistas aficionados a la coca. Y crecer a físicos de todo corte: termodinámicos, entrópicos y cuánticos. 

Cuanticos han tejido y destejido su historia saben que ese principio de entropía sigue presente en Viena. Y que, por eso mismo, hay una caprichosa ley oculta que acierta a poner los acentos en su sitio. Del alma de todos esos ilustres ciudadanos se perciben tildes impregnadas en sus calles y en sus casas. 

Se mantienen sus sonoros apellidos, los mismos que daban nombre a las plazas y a los parques en aquella Nochevieja de los años ochenta, de la que solo recuerdo champán francés, música española y un parte de lesionados.  Era cuando el imperio de la franquicia no adocenaba como ahora las ciudades. Cuando no sabías si la palabra kebab designaba un tipo de tela fina o hacía referencia a una tribu africana. 

Esta vez (2013) nos dejamos llevar por un grupo de adolescentes rutilantes con apps en sus móviles que te marcan de manera infalible la hora del próximo metro, para saber si hará su aparición en un minuto o en dos. Aun así, como en aquel entonces, vi que impedían el cierre de las puertas del metro poniendo el pie en el medio, para poder subir. Hay cosas que no cambian. 

Como entonces, intenté escapar del aturdimiento con una cámara de fotos. Otra canon, el mismo canon: atrapar el tiempo. Es lo que tienen los mundos tan frenéticos como ordenados. Te terminan confundiendo y solo quieres salir de allí. Salir vivo. Esta vez hubo sopas de calabaza, música en inglés y, aparentemente, ningún parte de lesiones. 

Contar, lo que se dice contar, no puedo contar mucho más. Sé que estuvo bien y que los monumentos seguían en su sitio. Pero aún no sé si esos cuatro días fueron la promesa de algo pasado o el final de algo venidero, porque con tanto trajín y tanta entropía, y ese ir y venir del carajo, al final ya no sabes si vals o vienés. 

Suponiendo que viera o hubiera algún mensaje cifrado en todo aquello, debería de estar en estas fotos. A sus pies.

Viena es Año Nuevo.

Viena es un hotel con moqueta.

Viena es una empizzatriz.

Viena es un guiño.

Viena es una mujer que espera.



Viena es un misterio.

Viena es un tejado de colores.

Viena son hombres altos.

Viena son hombres a caballo.

Viena es una diosa griega.

Viena es un pináculo.

Viena es un parque con sillas

Viena es una novia de blanco.

Viena son marqueses y marquesas.

Viena son marquesinas.

Viena es una bolsa de plástico fino.

Viena es una mañana de lluvia.

Viena es un museo abierto.

Viena es un cruce de calles.

Viena es un mapa del mundo.

Viena es un plano desplegado.

Viena es un homenaje a Banksy.

Viena es una Nochevieja del 84 en Berggasse.

Viena es una consulta.

Viena son ellos.

Viena somos tú y yo.

Viena es un parque de atracciones.

Viena es un columpio asesino.

Viena es Zaha Hadid.

Viena es un Danubio gris.

Viena es un coche aparcado.

Viena es un sueño al revés.

Viena es un espejo redondo.

Viena es una mujer con perro.

Viena es un perro con mujer.

Viena es un beso en Naschmarkt.

Viena es un joven al móvil.

Viena es una joven al móvil.

Viena es un león.

Viena es arquitectura.

Viena es Hundertwasser

Viena es música.

(Viena  y yo).


5 comentarios:

  1. Caro Extranjerix:
    Suena a repetitivo, pero es que son muy buenas las fotos. Me han encantado.
    Cuando estuve cerca de Viena, no pude verla porque una hepatitis me dejó sin fuerzas ni resortes con los que viajar allí y patear sus calles y museos. Y luego las circunstancias no me han dado nuevas oportunidades.
    Pero viendo ahora tus fotos y las facetas de la ciudad, parece que me empieza a apetecer el hacer una escapada.
    Un destino más para este verano, tras la futura escapada casi programada a la Bretaña francesa, a los reinos de Gelovira.
    Gracias por el reportaje. De verdada: ¡Chapeau!
    Abrazos

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  2. Me alegro de que te gusten. No hay nada como que alguien repare en las botellas lanzadas al mar.

    Respecto a tu próxima visita a las Galias, no sé si Geloviratix te dejará marchar así como así. Si se os acaba la poción mágica, irse a probar una tarta Sacher hasta Viena, de safari y sin hepatitis, es un excelente motivo para dar el salto.

    A sus pies.

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  3. A mí también me han encantado las fotos. ¡Y qué bonito eso de reparar en las botellas lanzadas al mar! Sobre todo, porque no llevan destinatario y son ambiguas. No como los correos de ahora, con su remitente, destinatario y hasta un asunto que no deja ya lugar a ninguna duda…

    Hablando de botellas (y no es otro chiste sobre la Botella): http://vimeo.com/12155835

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  4. La botella y su mensaje arribaron con bien a las costas gelovirenses a través de las procelosas aguas del ciberespacio, pero, a pesar de los grandes deseos de contestar al náufrago extranjero, era tal el ajetreo y tan frenética la actividad en estos dominios que hasta hoy mismo, en que los barcos y sus gentes han partido hacia los diferentes puntos del globo, no me ha sido posible felicitar al artista viajero que allí adonde va sabe captar la esencia de la vida. Gracias, Extranjero, por ponernos al alcance de nuestras miradas esos hermosos “instantes robados”.

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  5. Más marinero y menos náufrago. Gracias a las dos.

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