Un curso acaba siempre varias veces. Empieza
a acabar cuando nace. Otro clásico principio del fin es la llegada de la
primavera. Acaba bastante la mañana en la que a uno le asaltan con preguntas
sobre el examen. Acaba otro poco cuando alguien se va porque se vuelve y te
dice hasta-aquí-he-llegado. Acaba cuando las plantas de la terraza hay que
regarlas con mayor frecuencia. Este curso (y algo más) acabó también cuando
Gelovira se jubiló. Acabó de nuevo cuando acabó mayo. Con la última reunión,
con la primera piscina, con la última revisión, con el cuelgue de notas, con el
cuelgue del programa para subir las notas, con la entrega de la memoria, con la
firma de actas, con el primer beso de despedida. Un curso acaba tantas veces
que parece inacabable. Como una eterna escalera de Jacob.
Desde hace unos años, de manera ni
consecutiva ni obligatoria, buscamos un día de entre esos muchos finales para
brindar por el final de las clases. Este año fue el 22 de mayo. Jueves. Como
novedad, no fue por la tarde sino a las 12.00, inmejorable hora para tomar un
vermú, preparado con la inestimable pericia de Ignacio y su equipo femenino de restauración.
Lo explican mucho mejor las fotos, que dan cuenta de
la manita de ilustres profesores que allí se juntaron. Cronopia las hacía con
su móvil, a una sola mano. Gelovira, en su vuelta a los jardines de palacio,
extraía con su mano derecha quinielas premiadas y repartía cheques-regalo. An
Arco haciendo un buen uso de su mano izquierda, conversaba
con quienes se le acercaran y con la otra abría botellines. Eva derrochaba nostalgia de futuro a dos manos y Clara, mano sobre mano, alisaba
los manteles.
El Extranjero se subió a las alturas y, desde
allí, en plano cenital, hizo de dron, de google map en modo street view. Lo
hacía para poner una sonrisa en el rostro de los abajo presentes y, ya de paso,
poner distancia sobre el curso. Del que, con el tiempo, solo quedará el eco. El
eco del eco.
El eco del eco del eco… Natasha, Natalia,
Maryna, Anastasia, Olga, Patrick, Eva, Yulia, Megan, Catarina, Alicia, Nezha,
Larisa, Zefeng, Annike, Emily, Wen, Ionela, Shova, Kamil, Marinela…Un curso más, más o menos. ¡Feliz
verano, entre los buenos recuerdos y la sana amnesia!
Adiós, adieu, bye, Прощайте,
再见...
En mi adiós definitivo, no sólo al curso que acaba de terminar, sino también a todos los que le seguirán, me queda un poso de añoranza del tiempo pasado en el Departamento de Español, recordando todo aquello que me ha hecho feliz, que ha sido mucho y que sería imposible enumerar por más que lo intentara. Por eso me conformaré ahora con mencionar sólo algunos ejemplos. Ahí van.
ResponderEliminarMe ha hecho feliz, muy feliz:
Reír con mis alumnos y percibir una sintonía multicultural, multicolor, sintiendo con ellos una humana complicidad.
Disfrutar de la caballerosidad (sí, la caballerosidad), del ingenio y de la buena disposición de mis queridos compañeros.
Salir a la terraza, ese lujo de aire libre y plantas, “pulmón” del Departamento.
Encontrar en mi mesa una nota que dibuja una sonrisa en mi cara, o un cd con una grabación llena de complicidad musical.
Comprobar cómo mis alumnos se sienten más cercanos entre sí y también sentirlos más próximos a mí, debido a sus progresos en el conocimiento del español.
Contemplar un narciso amarillo que se asoma cada año a la ventana de la sala de reuniones para anunciar la primavera.
Saber que en cualquier momento va a surgir la chispa de una idea genial que nos va a embarcar en alguna experiencia distinta y fascinante ( como fue la creación de este blog).
Saborear unas deliciosas galletas austriacas, holandesas, danesas, alemanas o rusas acompañando al café de la mañana.
Encontrarme a gusto, relajada y motivada a la vez por tener la suerte de vivir la presencia de un par de hombres inteligentes (más aún, sabios por su ausencia de pedantería y su sencillez) que activan mis neuronas y me mantienen “viva”.
Todo esto y lo demás lo guardaré siempre en mi corazón, agradecido por haber tenido la suerte de esa convivencia tan estrecha con vosotros, alumnos y compañeros, durante estos años que me han enriquecido enormemente como persona.
A sus pies, siempre.
ResponderEliminarCara Gelovira:
ResponderEliminarMuchas gracias por tus amables, generosas e incluso exageradas palabras, al menos en la parte que me toca de ese "par de hombres" que mencionas.
No traicionaré ningún secreto si digo que con personas y compañeros como tú, es bien fácil darle vidilla a cualquier departamento, a cualquier idea, a cualquier proyecto.
Yo he tenido la suerte de compartir contigo un buen número de cursos (un buen número de vida) y afirmo que no cambiaría ni uno solo de ellos por promesas de futuro más halagüeñas que las que tenemos.
Creo que tu descanso es merecido. Creo que el mío -que ya me empieza a parecer cercano- también será objeto de merecimiento.
Podremos decir que lo pasamos bien y siempre nos quedarán en la manga batallitas que contar de aquellos o de estos tiempos que hemos compartido y disfrutado.
Gracias de nuevo.
Abrazos