lunes, 20 de julio de 2015

La pequeña comunista (2): Maria

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Con apenas 14 años, y con toda la inocencia de una chica de esa edad, Nadia Comaneci tuvo al mundo rendido a sus pies. La fama y el éxito irrumpieron casi sin avisar en la vida de esa niña rumana, luego de su excelente performance en los Juegos Olímpicos de Montreal 1976. Sin embargo, la vida no fue tan sencilla para la mejor gimnasta de todos los tiempos, quien debió huir de la Rumania comunista para poder seguir admirando al mundo con sus acrobacias. En la actualidad, no sólo dedica su tiempo para colaborar con numerosas organizaciones de beneficencia, sino también continúa ligada al mundo de la gimnasia con la clínica que encabeza en su país natal.
Nacida en el año 1961, en la ciudad rumana de Onesti, Nadia fue descubierta, con tan sólo seis años de edad, por uno de los mejores entrenadores de este deporte, Bela Karolyi. Junto con él, en muy poco tiempo llegó a lo más alto de la gimnasia.
En 1976, esa niña de apenas 1,50 de estatura y 40 kilos, se presentaba ante el mundo en los Juegos Olímpicos celebrados en Montreal. Allí comenzó la leyenda de una de las grandes deportistas de la historia. Nadia no sólo obtuvo cinco medallas (tres de oro, una de plata y otra de bronce), sino que además consiguió lo que nadie hasta ese momento: fue la primera gimnasta en obtener un perfecto 10 por parte de los jurados. Incluso, como era casi una fantasía pensar que alguien pudiera realizar semejante performance, los carteles electrónicos que marcaban los puntajes no estaban preparados para la máxima nota, por lo que la reflejaron con un anecdótico 1.00.
Tras su retiro, la vida la bajó de los laureles y la sumergió en una profunda pesadilla. El Gobierno del comunista Nicolae Ceaucescu incautó su correspondencia e intervino su teléfono. Motivo por el cual se vio obligada a exiliarse en Austria, en 1989, donde solicitó el asilo diplomático en Estados Unidos. Allí Nadia comenzó una nueva vida. Una vida que se mantuvo ligada a la gimnasia, pero también a la acción benéfica.
Durante su travesía por Norteamérica, Comaneci conoció a quien hoy es su marido, el gimnasta Bart Conner, con quien, a su vez, hoy llevan adelante la Academia Gimnástica Bart Conner. Además, Nadia también cuenta con su propia clínica para nuevos talentos, en su Rumania natal, a donde viaja constantemente para seguir bien de cerca tanto la Academia como las fundaciones a las que ayuda.
Pero, sin dudas, lo que más enaltece a esta excelente deportista no es tanto su actualidad como entrenadora o empresaria de medios, sino mas bien su costado solidario. Junto con su marido están directamente comprometidos con organizaciones como la Muscular Dystrophy Association (Asociación de Distrofia Muscular), algunos orfanatos rumanos, y con la realización de las Olimpíadas Especiales, para perronas con capacidades diferentes.
A lo largo de su carrera, Nadia no sólo supo cosechar medallas y reconocimientos a nivel mundial. La excelencia que desplegó como gimnasta la llevó a ser distinguida como Presidenta de Honor de la Federación Rumana de Gimnasia, Presidenta Honorífica del Comité Olímpico Rumano, Embajadora de Deportes de Rumania y miembro de la Fundación de la Federación Internacional de Gimnasia, entre otras distinciones.





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