domingo, 14 de diciembre de 2008

Dos colegas metidos a pinchadiscos

Canción a canción, la B.S.O. (banda sonora original) del Departamento, ha servido más de una vez, dentro de clase, para sobrevivir al subjuntivo. Fuera de clase nos ha permitido casi siempre sobrellevar la rutina, la grisura, el entre clase y clase, los viernes off. Nos hemos dejado, regalado e intercambiado hallazgos discográficos y antologías sonoras, con mayor o menor éxito. Hemos desistido en el afán de convencer al otro con ciertos géneros y estilos, pero también es cierto que el territorio común se ha ido ensanchando, mientras asistíamos juntos a conciertos varios, en patios de butacas o en garitos de ambiente espeso. Hemos tarareado mucho y hemos protagonizado alguno de los duetos inéditos más sonados de la historia privada de la música. Pero esa es otra historia.

Lo que aquí presentamos es más bien una parte de la banda sonora de nuestras respectivas vidas, algo así como una edición corregida y aumentada de la banda (sonora) del Departamento. El lenguaje universal de la música, en un lugar tan políglota como lo es este Departamento, representa una necesidad, un bálsamo, aunque solo sea para poner orden y concierto “en el disparate bíblico de la Torre de Babel”, que dijo un premio Nobel.

No recuerdo cuándo pero sí en qué barra de bar se fraguó esta idea de poner canciones, una a una, a cada uno de estos últimos 25 años. Fue en el “40/15”: par-impar. Tú los pares, yo los impares. Como en el tenis: bola tú, bola yo. Cada uno en su giradiscos. No hubo actas ni más cláusulas ni otras condiciones. Fue habitualmente rápido. Sobreentendimos que las buscaríamos en español. Suponíamos que nos robaríamos alguna que otra, que nos sorprenderíamos y que nos reconoceríamos.

Y luego fue el ponerse. Cada cual por su lado. Ordenar la traidora memoria en largo flash-back. Asociar el momento a la canción, o al revés. Y el tortuoso placer de cerrar una lista. Una lista tonta, como todas: subjetiva, aleatoria, tan ilustrativa de lo que aparece como de lo que no se incluye. Podemos decir que son los que están, pero que solo está parte de lo que es. Nada de Pablo y Silvio, Vega y Vegas, Amalia Rodrigues y La Niña de la Puebla, Dido y Buika, Bob y Leonard, Jamiroquai y Björk, toda la música irlandesa y toda la brasileña, el blues y el soul, rap y raï, jota o chotis, polca o copla… Nadie dijo que fuera fácil, pero entre los dos pensamos que, de las 25, habría al menos una que te llegaría, te atraparía, te tocaría o, simplemente, te rozaría.

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