sábado, 16 de abril de 2011

La banda roja

(Por Ella Frehtman)
Como todavía soy joven, la época escolar ocupa un lugar demasiado presente en mis recuerdos. Pero la mayoría de esos recuerdos no son muy buenos ni felices. En mi país el sistema escolar no se divide en etapas por edad: entras en el colegio a los 7 años, y sales del mismo edificio solo a los 19, así que de verdad mucho me ha pasado en este lugar extraño.

Yo solía ser una buena estudiante. Como mi madre era bastante estricta en mi educación, yo tenía mucho miedo de sacar malas notas. Pero había algunas asignaturas que me iban mal y cuanto más tiempo pasaba, tenía más problemas con ellas, y, claro, con mi madre. Así que buscaba ayuda en clases particulares de matemáticas y física. Pero al mismo tiempo era una de los mejores estudiantes de inglés de todo el colegio y eso me daba alegría. También prefería la lengua y literatura rusa. A las clases de deporte casi no asistía, porque me parecían inútiles.
Yo siempre formaba una sola persona, pues no era parte de ningún grupo pequeño de otros alumnos. La clase de 30 alumnos tenía variados grupos de 4-5 personas con el mismo interés o carácter. Como no me gustaba ser parte de cualquier cosa, tenía amigos de todo tipo y no me interesaba mucho qué fama tenían. En el colegio solía ser amistosa, pero fuera de él era una persona bastante tranquila e introvertida. Había solo una chica en la clase con los mismos intereses que yo y con ella todavía somos amigas. Ahora vivimos en países lejanos, pero cuando empezamos a hablar por internet de cosas que nos han inspirado últimamente, nos pasamos horas.

Cada clase tenía su profesor-tutor, y desde quinto a décimo año nosotros tuvimos una profesora horrible, que se nos aparecía en pesadillas. Ella no era ni estricta, ni fea, pero sí muy pesada y seguro que tenía sus problemas psicológicos, que nos influenciaban de mala manera. Así que mi relación con ella es de “aburrimiento” y “depresión”, lo siento, aunque era una buena especialista de lengua y literatura rusa. Creo que cuantiosos años de trabajo en el colegio la habían hecho tal como era. El año pasado me alegró conocer que ya había dejado su cargo.

El año de colegio que me gustó más fue el último año. Como preparábamos juntos los exámenes de bachiller y como los aprobábamos, se sentía la amistad y afinidad entre nosotros como nunca antes. Y además, yo era ya mayor y podía mirar las cosas con más comprensión. El ultimo día, cuando teníamos la fiesta de graduación en la pista enfrente del colegio, yo desfilé la primera de nuestra fila de clase, con una banda roja al hombro.

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