miércoles, 23 de mayo de 2012

Con erre doble


Y enfocaré mi mente en ti 
y en lo que nos costará reconstruir 
antiguas catedrales. 
De nuevo la realidad 
se volverá perplejidad. 

Perplejidad, Nacho Vegas

Esta vez, el relato de la excursión 2012 no empieza por el principio de la historia, contando todo aquello del cómo se gestó y del quién tuvo la idea y de por qué fuimos allí y no a otro sitio. Tampoco osaremos desvelar el final de la trama desde el inicio, como en El crepúsculo de los dioses. Pero a la manera clásica, como en esas grandes gestas que aliviaron el discurso de la Historia, tipo la Ilíada o la Odisea, comenzaremos el relato utilizando la técnica narrativa ad ovo (en mitad del huevo). 

Y fue así, in media res, esto es, en mitad de la mitad de la jornada, es decir, entre el primer y el segundo plato, justo en el ecuador de la comida, cuando ya habíamos dado cuenta del jamón de la menestra y todavía no nos habían servido el jamón del interior de la trucha, que llegó hasta nuestros sensibles y castigados oídos la siguiente pregunta: ¿Cómo se llama esta ciudad?: ¿Tarragona …o Tarrazona? Uno podría cuestionarse si lo que en realidad quieren poner a prueba nuestras alumnas es nuestra cultura geográfica o nuestra santa paciencia, pero, bien mirado, sus conocimientos de nimia toponimia son tan bastos (con be) como los que nosotros podamos tener acerca de la orografía de Lituania, el nombre de los pueblos búlgaros de 10.000 habitantes o el listado de los afluentes del Danubio por su margen izquierda. 

Así que no conviene rasgarse las vestiduras, al menos de momento (ya llegará la foto de las sibilas y todo quedará al desnudo). Tiempo al tiempo.

Quedaba una hora y pico de autobús y bastante tiene uno con estar a las 9 y 20 de la mañana en la puerta correcta, no equivocarse de autobús…

...ni tropezar al subir…


…como para, encima, saber si el vehículo donde te estás montando arranca rumbo hacia el noroeste o hacia el sureste, hacia el Atlántico o hacia el Mediterráneo. Aunque el autobús dejaba bien a las claras que había una sola erre en el vehículo, qué más da Jerez de la Frontera o Lagartera. Que salga el sol por Antequera y que tanto dé Barcelona o Pamplona, Zamora o Calahorra, Tarragona o Tarazona.

Además, aunque -una hora y veinte más tarde- la siguiente foto ya sea Veruela, ponemos empeño en viajar en busca de paisajes eternos que podrían estar en cualquier lugar,

en convertir mañanas grises en poéticas mañanas…

...fotogénicas y...

...de belleza atemporal.

Al igual que nos sucede con el vino, ese líquido que a fuerza de inmemorial se ha hecho ya un lenguaje sin palabras, un vocablo universal. Desde el esloveno vino al vietnamita vang, todo es wine, wein, wijn, vinho, вина, viño. Hecho con distintas uvas…

…pero con parecidos resultados e idénticas consecuencias: verlo todo un poco más borroso, más real.

Fue justo en el Museo de tan etílico nombre -nuestra primera escala- cuando (no recuerdo el momento exacto) empezó a nublárseme la vista. Quizás fuera en ese vuelo rasante del vídeo, a lomos de esas cámaras a las que llaman cabezas calientes.

O quizás fuera mi propia cabeza, ya de por sí calenturienta, que busca alternativas al agua, en un sutil punto de fuga.

La cuestión es que fue allí donde empecé a notar los primeros síntomas. Lo noté al acabar de leer una de esas grandes frases del tipo Si bien la penicilina cura a los hombres, el vino los hace felices (Fleming), cuando las letras empezaron a hacerse borrosas.

A la salida, observé una doble cámara de seguridad (¿Are you looking at me?)...

...y me percaté del doble objetivo de la Yashica de Emmanuelle (doble eme, doble ele).

Los alumnos, impávidos, a lo suyo, se defendían de palabros como cella, cenobio, refectorio, desamortización, cisterciense y sambenito, por citar tan solo los que oí en los primeros dos minutos.

A esas alturas de la visita ya lo veía todo doble:

Vi lo que podía ser una sobreceja, una superceja, una doble ceja.

E imágenes simétricas. Dábale arroz a la zorra el abad.

Y debo confesar que, con la llegada a Tarrazona, la cosa no mejoró. Vi carteles duplicados camino del bar adonde nos dirigió nuestro guía espiritual, S.AN Arco...

y cualquier rincón lo veía bidimensionado.

Opté en el vermú por pedir una sin alcohol pensando que eso mitigaría los efectos del vino. Sin embargo, a los pocos segundos empecé a ver dobles ceros. Cualquier número que saltase a mi vista venía a pares.

Cuando no eran unos

eran otros; o cincos, en los escaparates.

Y, una vez en el bar, en sus paredes me sorprendió el anuncio de un duelo fratricida entre colegas de Departamento. Pensé que, por fin, se había producido la escisión, y ya me veía en un duelo de pádel mixto (reforzado)…

…pero no fue así; y al poco rato estábamos como siempre, sin red alguna, como cuatro gatos expuestos a los cuatro vientos, compartiendo mesa a bordo de...

Y me senté en mi silla pensando que un estómago vacío engaña los sentidos.

 Llegó el postre y, harto de frotarme los ojos,…

 …salí a tomar aire exterior. Y no supe si el espejismo estaba a derecha o a siniestra,

a siniestra o a derecha.

En el paseo hasta la catedral, la cosa pareció mejorar. Los alumnos fueron digiriendo vocablos como transepto, pechina, trompa, presbiterio, turiasonense y girola catedralicia. Hasta ahí todo iba momentáneamente bien.

Hasta que llegamos al interior de la (tara)zona cero (¡treinta años de obras!) y la guía, ya incontenible, soltó la palabra cimborrio, con su doble erre, para volver a poner a prueba al alumnado. Honestamente, intuía que aquel efecto de percepción doble podía ser atribuido, en parte, al anuncio que Gelovira había hecho unos días antes respecto a unas sibilas de pechos desnudos que vigilaban el altar mayor, libres de túnicas y de censuras, accesibles al ojo sin necesidad de peregrinar a la Capilla Sixtina y sin tener que jugar al “rasca y gana”.

Aún bajo los efectos, ya a la salida, lo primero que vi fueron dos medias sandías.

A partir de ahí, todo se acentuó: vi alumnos más o menos atentos,

pero esta vez no era a mí a quien desentendían.

Vi ruedos octogonales.

Vi escenas de amor canino en plena plaza de toros.

Vi chinos pintados en las paredes...

...y me juré con Qinqing que aquello no podía ser verdad. La belleza tiene esas cosas. Apunta tan alto que hacemos por levitar.

O nos seduce desde tan profundo que hacemos por caer.

De nuevo la realidad se volvió perplejidad,

cuando alguien preguntó al acabar el día: ¿El masculino de monja?, ¿es monje o monjo? ¡...!

La ciudad del Queiles, la rrrefundada por Hérrrrcules el fuerrrrrte,

la de las impúdicas sibilas,

ese enclave tan afín con el espíritu de este Departamento,

la de RRaquel Meller y Martínez Sorria:

TARRAZONA ya para siempre

para todos nosotros.

A decir verdad, nos faltó solo una cosa: convocar al grupo para una de esas fotos colectivas, pero en el reloj de Andrés la aguja larga da siempre dos vueltas por hora. En su defecto, el rey del estadillo, el príncipe de la menestra, el monstruo de los palotes, nos facilita este documento hasta ahora inédito. (Nota: la j es de jamón).


Por lo que pedimos una ampliación de su capilla per secula seculorum. Vale decir: por los siglos de los siglos.

Ha pasado una semana y, bien pensado, fue un acierto incorporar una erre al viaje, una erre de redoble, la que cambia el curso de las cosas, y convierte supuestas catas de vino en 

de vino, como esta. Esa erre que viene definida en los manuales de nuestra especialidad como sonido alveolar,

vibrante
y múltiple.

Como la vida misma. Múltiple y vibrante.

Como la misma vidaaaaa... ...ida ida ...

P.S.: Nos vemos en los barres.

3 comentarios:

  1. Ricardo: ­¡Qué historia! Leer esto me deja también un poco enredada: ¿Había de verdad tantas palabras desconocidas en lo que dijeron las guías? Pues, ya no me sorprende porque me costó tanto prestar atención...Pero la excursión a Taragona fue genial - al igual que esta carta! Muchas gracias!

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  2. ¡Ah! ¿Pero estuvimos en "Taragona"?
    Bueno, lo importante es que, estuviéramos donde estuviéramos, lo pasamos bien, casi tan bien como leyendo el texto de El Extranjero, ocurrente y genial, y disfrutando de sus fotos, siempre sugerentes, artísticas, llenas de vivencias, de vida.

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  3. Gracias a las dos, Rovira y Gelowena. Por leer y mirar.

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