lunes, 25 de febrero de 2013

Ir al cine, un placer y una experiencia enriquecedora

Aprovechando las recientes celebraciones de los premios cinematográficos Goya y Óscar, quiero romper aquí una lanza a favor de este arte, la séptima de las Bellas Artes, la fábrica de sueños, como también se lo ha denominado. Personalmente soy de los que creen que para ver una película 'de cine', es decir, para verla de la mejor manera posible, es necesario disfrutarla en una de las salas de proyección, en un cine, donde se crea ese ambiente mágico que es imposible conseguir en ninguna otra parte por mucho que se disponga de una megapantalla de televisión. 


Ese ritual de la oscuridad, del aislamiento del exterior, del silencio de un lugar insonorizado realza el filme y favorece el placer de su visionado, nos hace vivir intensamente la historia que se nos muestra, introduciéndonos de lleno en ella Y, al hilo de todo esto, me vienen al pensamiento dos salas que cumplen a la perfección esos requisitos y que son la del Cine Elíseos y la sala cuatro de los Palafox, en la que se añade además un impecable sonido que es preciso destacar. 

En Zaragoza tenemos la gran fortuna de conservar todavía estos lugares llenos de magia, verdaderos tesoros, ya que tienen carácter propio frente a las multisalas de cine impersonales y hechas en serie. Es un privilegio de nuestra ciudad que no debemos dejar que se pierda jamás. 

Como decía el cantautor Luis Eduardo Aute: «Cine, cine, cine, cine, más cine, por favor». En época de crisis es un placer asequible a muchos bolsillos y una evasión enriquecedora para todos. 

Pilar Monreal Híjar

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