domingo, 10 de febrero de 2013

Vera F.

Procrastinar es un verbo que no consta en los diccionarios; Me pregunto el por qué. Quizás sea una palabra nueva para un hábito antiguo, porque si consideramos algunos dichos populares nos damos cuenta de que siempre hemos tenido la tendencia a postergar o procrastinar cosas: 
“Nunca deje para mañana lo que puedes hacer hoy”; 
“Dios ayuda quienes temprano madruga”; 
“Es mejor prevenir que remediar” 
o “No hay viento bueno para barco sin dirección”. 

Estos dichos nos recuerdan que, en primer lugar, deberíamos tener claro que es lo que queremos o debemos hacer y, en según lugar, simplemente hacerlo tan pronto cuanto sea posible. 

No obstante, no es tan sencillo. Hay demasiadas cosas que se nos imponen de fuera – tareas, obligaciones, responsabilidades, decisiones etc… - cosas que, si pudiéramos, a los mejor no las haríamos. En esos casos, la tendencia natural es dejarlas para el último momento, para cuando ya no hay excusas posibles. Pero eso, muchas veces, tiene a ver con la naturaleza de esas tareas, o sea, no es sólo una cuestión del carácter de la persona. Por ejemplo, entre estudiar un tema aburrido para un examen universitario, considerando que, infelizmente, la mayoría de lo que nos enseñan tiene poco atractivo o practicidad, uno siempre preferiría leer una buena novela, ver una película, llamar a alguien para comentar cualquier cosa, también sin importancia.

Cuando hay algo que no me apetece hacer, yo tengo mis propios escapes y los conozco bien. Generalmente busco algo que limpiar – aún que sea las ventanas – o arreglo el armario de ropa, o llamo a mí hermana, que habla por los codos. En fin, cualquier cosa que demande mucho tiempo y que, de repente, me parezca inaplazable. 

Creo que es interesante como no nos molesta el auto engaño, o cuanto podemos ser auto complaciente con nuestras propias mentiras. También es curioso que nos coste tanto tiempo aprender a elegir prioridades, distinguir entre el esencial y el superfluo, aceptar nuestras limitaciones, asumir nuestras responsabilidades e, en especial, reconocer cuando estamos engañando a nosotros mismos. Aunque nos faciliten un manual de como postergar las cosas sin sentirse tan culpable, el caso es que hay cosas que uno tiene que hacer por sí mismo, sea cuando sea. 

Del mismo modo hay cosas - como por ejemplo el enfrentarse a miedos y temores, el perdonar o olvidar personas, el tomar ciertas decisiones, el aceptar cambios o rupturas y el retomar proyectos paralizados - que postergamos porque nos resultan difíciles, as veces muy difíciles. 

Sin embargo, esas cosas son justamente las más importantes, determinantes y decisivas en el proceso de crecimiento y madurez de cada uno. 

Finalmente, sería importante que aprendiéramos que si no nos enfrentamos a las cosas que nos resultan difíciles, sean lo que sean, cada ves más pesarán más, nos oprimirán más y, poco a poco, se tornarán un fardo muy, muy pesado. 

Vera Ferreira

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