jueves, 28 de febrero de 2013

Vera F.


Hablar del perfume es fascinante porque, a mi modo de ver, cuando hablamos de perfumes hablamos también de memorias, recuerdos, encuentros inolvidables y sobre todo, hablamos de pasión y de amor.

Son muchas las canciones que utilizan el perfume como recurso para evocar tanto la fuerza cuanto la fragilidad humana cuando se siente a merced de esta embriagadora sensación de aromas y olores.

No obstante, el perfume sólo tiene vida y poder si somos capaces de relacionarlo con personas y circunstancias. Algunos extractos de canciones indican que pueden estar relacionados con la espiritualidad y la adoración, como el en caso de los inciensos y la ofrenda de perfumes para el altar como un simbolismo de entrega y de pureza:“todo lo que tengo y lo que soy, todo lo que he sido te lo doy, que mi vida sea para ti, como un perfume a tus pies”.

En otras el perfume es un signo de identidad y de individualidad, o sea, la mujer amada, única e insustituible: “no hay en otra piel, ese perfume respirando mientras viva, tu perfume de mujer”.



También hablan de la capacidad del perfume para potenciar los sentidos y hacernos más susceptibles a la seducción y a la atracción: “se me activa el sexto sentido, percibo amor, veo cupido, se me aceleran los latidos. Aroma a piel” e invocan un romanticismo casi ingenuo: “perfume de gardenias, tiene tu boca, perfume de gardenias, perfume del amor”.

También hay las que recuerdan que no todo es seducción y encuentros sino el recuerdo de la necesaria despedida y el asumir la propia soledad: “son malos tiempos para olvidar, venciendo al miedo, conocí el perfume de la soledad”.

En fin que el perfume es poesía en si mismo, la poesía que insistentemente nos habla de aquello que muchas veces queremos olvidar, pero que está marcado en la piel y es imposible desplegar. Yo no tengo duda de que ciertos recuerdos no están grabados en algún rincón anatómico del cerebro sino que están en la piel, desde lo más profundo hasta la superficie misma y hacen parte de nosotros, influencian nuestra visión del mundo, nuestra sensibilidad hacia determinadas cosas, nuestra capacidad de interactuar con lo demás y, muy fuertemente, nuestro poder de selectividad, de sentirnos atraídos o no hacia determinadas personas o situaciones.

También pienso que no es solamente el perfume lo que nos deja esta marca imborrable, son muchas otras cosas que forman parte del olor de una persona. Para mí, los recuerdos más fuertes – de la infancia, de las situaciones de miedo, soledad, pérdidas o tristeza, o de las vivencias de amistad, amor fraterno, encuentros genuinos – todos tienen su propio olor y no son necesariamente el olor a perfumes.

Además, parece ser que soy una persona que añora muchas cosas y me gusta mantener viva esta añoranza porque hacen parte de lo que soy, de lo que viví y de lo que amé. Yo sé que, aunque que quisiera no podría olvidarlas.

Por todo eso, en relación a este tema, la canción que más me gusta es una brasileña, titulada “Memoria de Pele”, de João Bosco. Creo que es un verdadero himno a esta marca indeleble que nos deja cada persona: “yo ya me olvidé de ti, intento creer… de tu nombre, tu cara, tu casa, tu cama, tu carne, tu sudor… yo pertenezco a la raza de la piedra dura… yo ya me olvidé de ti, intento creer…busco siempre y sueño en vano porque estás en la memoria de mi piel, en la sangre que bombea en mis venas…”

Vera Ferreira  

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