Gibran Kalil Gibran nos relata una pequeña historia a cerca de la belleza y la fealdad, la cual me gustaría presentar para introducir mis comentarios acerca del texto:
“Cierto día Belleza y Fealdad se encontraron a orillas del mar. Y se dijeron: “Bañémonos en el mar.”
Entonces se desvistieron u nadaron en las aguas. Instantes más tarde Fealdad regresó a la costa y se vistió con las ropas de Belleza, u luego partió.
Belleza también salió del mar, pero no halló sus vestiduras, y era demasiado tímida para quedarse desnuda, así que se vistió con la ropa de Fealdad. Y Belleza también siguió su camino.
Y hasta hoy día hombre y mujeres confunden la una con la otra.
Sin embargo, algunos hay que contemplan el rostro de Belleza y saben que no lleva sus vestiduras. Y algunos otros que conocen el rostro de Fealdad, y sus ropas no lo ocultan a sus ojos.”
Creo que es una buena anécdota para simplificar un único pensamiento: el de que belleza y fealdad son conceptos relativos que dependen, en especial, de nuestra capacidad de reconocerlas, de nuestros estereotipos y de nuestras experiencias y vivencias.
No obstante, eso no es lo más importante para mí en relación a este tema. Antes de nada, debo confesar que, en un cierto sentido, yo siempre me sentí como una extranjera en el mundo y no quiero profundizar en demasiado en las repercusiones de este sentimiento en la vida en general, bastaría con decir que en la vida de un extranjero hay mucho de soledad y de aislamiento, de añoranza de lugares nunca visitados y búsqueda de cosas que hagan sentido a la alma.
Resulta que cuando leo un texto como eso y me entero de lo que se ocupa la gente, de los temas que están de moda, en fin de las últimas tendencias, no puedo dejar de preguntarme: “¿Donde fue que me perdí o dónde estaba yo cuando todo eso pasó a ser importante, tema de debate, de polémicas, de reflexiones?”
El caso es que, cada vez más, me siento extranjera en el mundo y es que no veo la importancia, no entiendo por qué tantas futilidades pasaron a ser esenciales en el modo de vida actual. No quisiera ser una aguafiestas pero es que veo un mundo mucho más real, con problemas realmente concretos que influencian la vida de millares de millones de personas, un mundo con otras prioridades y desafíos, que lo de “ofrecer alternativas a la cultura buenrollista” no me dice absolutamente nada.
Quizás no sea capaz de reconocer la trascendencia de esos movimientos y manifestaciones, quizás sean respuestas creativas a las mismas cuestiones que me angustian, quizás enseñar la fealdad de mundo sea una forma de decir que, por más que nos engañemos, la belleza que tanto nos fascina y que intentamos mantener a toda costa es frágil, es corrompible, es una maquillaje… no sé. Lo que si sé es que, cada vez más me siento extranjera en el mundo de las actuales tendencias y el “ugly chic” es sólo una más.
De cualquier forma respeto al trabajo de esta gente, “para los gustos están los colores”.
Vera Ferreira
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