Uomo del mio tempo Sei ancora quello della pietra e della fionda, uomo del mio tempo. Eri nella carlinga, con le ali maligne, le meridiane di morte, - t'ho visto - dentro il carro di fuoco, alle forche, alle ruote di tortura. T'ho visto, eri tu, con la tua scienza esatta persuasa allo sterminio, senza amore, senza Cristo. Hai ucciso ancora, come sempre, come uccisero i padri, come uccisero gli animali che ti videro per la prima volta. E questo sangue odora come nel giorno quando il fratello disse all'altro fratello: «Andiamo ai campi». E quell'eco fredda, tenace, è giunta fino a te, dentro la tua giornata. Dimenticate, o figli, le nuvole di sangue salite dalla terra, dimenticate i padri: le loro tombe affondano nella cenere, gli uccelli neri, il vento, coprono il loro cuore. Salvatore Quasimodo, Giorno dopo giorno, Mondadori, Milano 1947. | Hombre de mi tiempo Hombre de mi tiempo, eres aún aquel de la piedra y la honda. Estabas en la carlinga con las alas malignas, los cuadrantes de muerte - te vi - dentro del carro de fuego, en las horcas, en las ruedas de tortura. Te vi: eras tú, con la ciencia precisa dispuesta para el exterminio, sin amor, sin Cristo. Has matado de nuevo, como siempre, como tus padres mataron, como mataron los animales que te vieron por vez primera. Y huele esta sangre como la de aquel día en el que el hermano dijo a otro hermano: «Vamos al campo». Y aquel eco frío, tenaz, lleó a ti, y llegó a tu jornada. Olvidad, oh hijos, las nubes de sangre que ascienden de la tierra, olvidad a los padres: sus tumbas se hunden en el cenizal, los pájaros negros, el viento, cubren sus corazones. Salvatore Quasimodo, Día tras día, in Id., Poesía Completa, Ed. Linteo Poesía, Ourense 2004. |
Escrita después de los horrores de la Segunda Guerra Mundial, esta poesía puede ser vista como un mensaje a la humanidad para que no tenga jamás que experimentar el horror y la necedad de los conflictos entre las poblaciones. Es un llamamiento a los jóvenes, para que puedan aprender del pasado a no cometer los errores que, después de Caín, llevaron los hombres a combatir y a matarse.
El hombre de mi tiempo – de que Quasimodo habla – es el hombre moderno, que ha perdido el amor por sus mismos hermanos y que se deja solo conducir de pasiones ancestrales y primitivas. La denuncia del poeta contra la brutalidad y la maldad del hombre acompaña al tema de la inmutabilidad de la naturaleza humana, que ha quedado igual a esa del hombre primitivo «de la piedra y de la honda».
Es un hombre completamente parecido a Caín que mató su hermano después de haberlo traicionado? en un campo. Como Caín, también el hombre moderno miente y engaña a sus mismos hermanos. Hecho de instintos, de impulsos y de egoísmo, el hombre contemporáneo no ha cambiado para nada desde la prehistoria hasta hoy a pesar del fuerte desarrollo de la ciencia y sus capacidades intelectivas.
El progreso de la ciencia, desde luego, parece solo haber contribuido a perfeccionar las armas que provocan luto y sufrimiento a las poblaciones civiles: de las hondas se ha pasado a los tanques (el «carro de fuego») y a los aviones (la «carlinga con las alas malignas»), pero de hecho nada ha cambiado. Aún hoy estallan guerras por la loca voluntad de unos pocos, sin respeto por todas las vidas que podrían perderse en nombre de la religión, de la nación o de la raza. En el curso de los siglos el progreso, en lugar de la civilización, ha creado instrumentos de muerte cada vez más feroces.
En los últimos versos, Quasimodo invita a las nuevas generaciones a olvidar la violencia de las personas que las han precedido. Frente a la mentira y al engaño, el poeta exhorta a los jóvenes de hoy a renegar de los errores de los padres para construir un futuro de paz y de amor.
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