Heaven is a
place
A place where nothing
Nothing ever happens
A place where nothing
Nothing ever happens
There is a
party
Everyone is there
Everyone will leave
At exactly the same time
Everyone is there
Everyone will leave
At exactly the same time
Heaven
Talking Heads
Lo
volveríamos a hacer. Tres mayos después de aquel de 2016 que, en código interno,
conocemos como la tormenta perfecta, por
todo lo que desencadenó, convocaríamos al alumnado, por aquello del fin de
curso, a un guateque, reunión alegre en
la que se canta, se bebe y se baila. Tres verbos dispuestos a ser conjugados,
en una decisión en cónclave tomada a tres semanas del evento. Las rupturas y
despedidas deben también celebrarse. Igual, o más, que uniones y comuniones.
Sería
un viernes sin clases ni exámenes ni cursos de refuerzos de destrezas ni audios
en vinagre. Todo controlado. ¿Todo? Ups! Para ese día se pronosticaban
reuniones, y el aula 210, habitual en las de inglés, da al patio interior. Ups!
Nothing ever happens (No pasa nada). Ahí estaba Cardiel, como
buen prime minister, dispuesto al brexit llegado el caso.
Habría
un sorteo entre los asistentes y acertantes de la Quiniela musical. Siete
tarjetas-regalo de veinte euracos que dan, por ejemplo, para una cámara de
vigilancia Beewi 780401 HD Wifi Blanca, para el último cómic de Paco Roca o
para un Nuevo Prisma B1 (Libro del alumno). Ups! Tatiana Ferents recordó
nuestra promesa de premiar a los participantes en la expo de “El idioma de los
dioses”. No pasa nada. Haríamos dos
sorteos en uno y todo arreglado.
Encargaríamos
la comida a Ignatius, ese portento de previsión numantina que ostenta el récord
de días de asistencia en la Escuela, tortilla a tortilla. La propuesta le causó
un efecto similar al gas mostaza. Ups! No
pasa nada. Ahí estaba Laurita, la camarera más dispuesta del distrito
Universidad.
Para
la bebida iríamos al súper del Aragonia. No mencionaremos su nombre por no
darle publicidad gratuita, pero allá que fuimos, Mapi y yo, con un carro de la
compra prestado y una maleta extra. Todo bajo control hasta que llegamos a la
fatídica frontera de las cajas, en donde pedir una factura resultaría tan
complicado como solicitar un permiso de residencia. No pasa nada. Tras una llamada a un número 900, el ejército del
comandante Roig nos dio paso.
Ya
estaba. El día y la hora. Croquetas, tortilla y canapés. Bebidas de variados
colores. Y los tres verbos de todo guateque. Ups! ¡Faltaba la música! Diego y Marcos. El mismo Diego Meléndez de
hace tres años. ¿El mismo? Sí pero no. Con una faringitis de caballo tras tanto
trote. Más ups! No pasa nada. Ahí
estaba Mr. Ibuprofeno para arreglarlo con una infiltración.
Sería
donde antaño. En ese espacio híbrido entre la Biblioteca y el Salón de Actos,
en el palo corto de la hache del edificio, en ese territorio apache que algunos
han dado en denominar los Jardines de Español. Con la justa proporción
intercultural de baldosa y césped, rampa y escalera, sol y sombra. Ahora ya sí.
Todo controlado.
Catorce días
antes, Raquel hizo saltar la alarma:
- ¿Hay plan B?
- ¿Cómorrrr?
- Se anuncian
lluvias para la mañana del día 17.
- Ups!
Qinqing me lo
confirmó en los pasillos días después, en pulido español:
- … Y no, no
es un sirimiri.
Y
llegó el día D. Me levanté como un corredor de Fórmula 1, mirando al cielo, sin
saber si poner neumáticos blandos o duros. La posibilidad de lluvia descendía a
media mañana y la apuesta era a cara o cruz: porche o exterior. A eso de las 8
y media, cruzando la Plaza San Francisco, lloviendo y lloviendo y yo viendo que el plan A se diluía y se
precipitaba, junto con el resto de precipitaciones. Ups! Ahí estaba Mª José
Morte, llamando al móvil, empática y jubilosa, ofreciendo la terraza cubierta
del Departamento de Extraescolares, aún por estrenar.
Demasiado
pequeña. Gracias. La solución estaba en el interior, pero aún tardaría en
llegar. ¿A quién molestaríamos? ¿Nos acusarían de escándalo público? ¿Cuántos
viajes a la estrenada nevera serían necesarios para mantener la bebida fresca? ¿Cuántas
manos harían falta para traer las bandejas? …Y después, ¿quién limpiaría?
Y
así, de repente:
Y
poco a poco la gente se fue sumando, vecinos de otros pisos y compañeras que
acudieron a nuestra llamada. Ya todo se servía mezclado. Como en toda buena
fiesta, tuvimos espías y hasta paparazzi.
Y hasta espías-paparazzi, cuyas fotos nos han sido vedadas. Gente
que no había visto profesores bailando y gente sin complejos. Gente sin comer y
gente comiendo. A esas alturas de la película, poco importaba ya la procedencia
geográfica de las presentes, ni el porcentaje de naranja en el zumo ni el
origen de las croquetas. Aunque yo descubrí rastro de boletus en una y
distinguí un fondo de cocido maragato en otra, es posible que a primera vista
me volviera a confundir.
Lo
cierto es que volvíamos a casa con los ecos de la última canción, el bis del
bis. Enamorao de la vida, aunque a veces
duela. Ya no llovía. El cielo no puede esperar. Volando vengo.
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