domingo, 4 de diciembre de 2011

Precocidad

Casi todos los que me conocen saben de mi amor por la música, no por cualquier clase de música ciertamente, pero creo que mi nivel de tolerancia es exageradamente amplio.
El caso es que coincidimos mi buena Gelovira y yo (con mi amada esposa) en un concierto de música clásica. No suelo frecuentar los conciertos, porque sufro de una gran pereza de salir de casa, porque me suele molestar la aglomeración de gente y finalmente porque muchos no parecen saber que estamos en crisis y no siempre ajustan los precios de las entradas. Pero en este caso era tal la expectación que había creado en mí que me salté los dos primeros obstáculos y sorteé el tercero como mejor pude (subiendo casi al gallinero del Auditorio).
Y allí estábamos, con frío en el exterior pero con una cálida esperanza en el interior. Mientras se preparaba el comienzo leí el programa de mano del concierto: MARIA JOAO PIRES (pianista) y ANTONIO MENESES (cello). Música de Beethoven, Schubert y Brahms. De María Joao Pires ya sabía algo y era de su increíble precocidad en el piano, repitiendo las piezas que su hermana mayor tocaba al piano cuando contaba con muy pocos años. Su primer concierto lo dio con cuatro años, lo que es la mejor prueba de su precocidad. Yo sabía de ella por su integral de Chopin, editada varios años atrás. Pero no la había visto en directo, porque además ha ido espaciando sus conciertos y apariciones y se deja ver muy poco.
De Antonio Meneses sabía apenas nada y, si el programa no me hubiera ayudado, hubiera seguido en la ignorancia más absoluta. Brasileño, experto en música de cámara y se acompaña de un cello de 1730 y otro de 2009. Un currículum dilatado que no destaca aparentemente por nada.
El concierto comenzó y me quedé transido: Beethoven y una gran delicadeza en la ejecución. No sonaba cansino, ni excesivo. No se iban ni una sola nota y expresaban lo que debían expresar. En fin, la gloria. Y así siguieron minuto a minuto y en ese transcurso me iban viniendo a la cabeza pensamientos y emociones que me costaba modular. Parecía en principio –lo digo tras haberlo oído, no porque lo conociera de antemano o simplemente lo recordara- un programa facilón, sin grandes aspavientos y con deseo de agradar al público. No había nada extraño, ni nuevo, ni agitador, ni pretencioso. Era todo delicado, tranquilo, suave y acogedor.
Terminó el concierto y me levanté con la sensación de que las dos horas hubieran pasado en un abrir y cerrar de ojos. Salimos al frío y el frío no era tan cortante como antes.
Me quedé con dos reflexiones en mi cabeza. La primera la de la sorprendente precocidad de María Joao Pires, que generalmente me generaría cierto temor y que podría haber acabado en prepotencia por parte de la artista. Nada más lejos. La precocidad le había dado sabiduría, paciencia, humildad, sabia distancia y generosidad sin límite. Le había dado MESURA, es decir, la justa medida de las cosas. Y eso es algo que me caló hondo. Normalmente hacemos ídolos de los precoces y los gastamos y pervertimos en el proceso de maduración. Por eso, la humildad y el respeto de María Joao Pires por el público me sorprendió infinitamente.
La segunda fue otra sorpresa: he escuchado mucha música, como aficionado que soy. Siempre he encontrado que los artistas, especialmente de música clásica, suelen utilizar las partituras y las composiciones como vehículo de estrellato, haciendo de ellas un adorno de su arte o de su habilidad musical e instrumental. O simplemente se limitan a transcribir en sonidos lo que alguien escribió con otro afán. En el caso de María Joao Pires y de Antonio Meneses la fidelidad a la composición fue tan justa, tan sensata, tan cabal, tan respetuosa que me pareció que su mayor arte y nuestro mayor gozo fue el de escuchar en sus instrumentos lo que el compositor siempre quiso plasmar y cuanto alentaron sus líneas.
Cuando me preguntan por piezas musicales, casi nunca sé dar respuesta, porque mi memoria hace tiempo que me es muy infiel y se desordena. Pero siempre digo que los instrumentos que más me sobrecogen son el cello, el piano y el clarinete. La flauta y el oboe me gustan mucho, pero con gran mesura. El tener en el escenario a estos dos grandes intérpretes con dos de mis instrumentos preferidos, colmó todas mis expectativas y me dio un regalo que desde aquí proclamo totalmente inmerecido.

2 comentarios:

  1. Doy fe de todo ello y opino como An Arco, aunque no lo sepa expresar con tan acertadas palabras y aprovecho la ocasión para animarlo a que frecuente más los conciertos de música clásica del Auditorio de Zaragoza. En muchas ocasiones he podido disfrutar de auténticas joyas musicales magistralmente dirigidas e interpretadas. Al acabar un buen concierto, uno siente que ha visitado el Paraíso y vuelve a creer en el ser humano, en su inteligencia, en su sensibilidad, en su capacidad de crear y transmitir belleza.
    Y al hilo de estas reflexiones, recomiendo vivamente entrar en You Tube para ver y escuchar un milagro: Kinshasa/Congolese Symphony Orchestra. Buscad con estas palabras a la Orquesta Sinfónica del Congo ¡Increíble, emocionante! Creo que una filmación sobre esta orquesta ganó un premio en la Berlinale de 2010.

    ResponderEliminar
  2. Isabel Moreno Fernández9 de diciembre de 2011, 10:07

    Agradezco el comentario tan íntimo sobre el Concierto. Es certera la visión de la diferencia entre intérpretes que se adulan a ellos mismos y los que se ponen al servivio de la música, de la partitura, con sencilla delicadeza.
    Desde hace años doy Conciertos Líricos como entretenimiento y porque tengo voz para el canto, no me gano la vida con ellos, pero no podría dejarlos, por eso sé de lo que hablo, cuando estás ante el público sólo eres INSTRUMENTO de algo, de aquello que sintieron los que compusieron las piezas que ahora estás cantando. Si transmites ESO, el público y tú sois un todo absoluto, algo a la vez complejo y sencillo...e inesperado, no se puede buscar esa "unión"...sino que se DA.

    Coincido en el gusto instrumental, aunque lógicamente me llega más el instrumento VOZ, de todas formas me resulta curioso el gusto por el clarinete tan diferente su sonido de la profundidad del cello, por ejemplo, quizá haya alguna pieza especial que se podría recomendar para entrar en él con mayor base, ¿la podría isaber? Indudablemente que el piano es el dios, el más completo.
    En cuanto a los intérpretes no los oí nunca en directo, pero ella en concreto es algo increíble y me prometo ir algún día a un Concierto...de que se tercie.

    ResponderEliminar