(Por Olesya, Tania y Mohamed, 1º de Intermedio)
Un día en Japón, fuí a un parque de atracciones con mís amígos. Cuando entramos, decídimos visitar la casa del terror. Cuando nos acercamos para comprar las entradas, lo primero que preguntó el taquillero es si estabamos preparados para “ sufrir” la experiéncia. Nos miramos los unos a los otros sorprendidos, le contestamos “ claro que si”. Entonces nos dio una cuerda y explicó que era para que no nos perdiéramos. Así, preparadas, entramos. Era un pasillo muy largo y oscuro, alumbrado con algunas velas. Había sonido ambiental, misterioso y bajo. Paso a paso, mirando atrás, con miedo, llegamos a una esquina. De repente, cuando giramos al otro pasillo, se encendió una luz muy fuerte. Y vimos una mesa de médico, dónde había mucha sangre y una cabeza cortada. Empezamos a gritar y nos pusimos a retroceder, empujándonos los unos a los otros. Cuando salimos vimos que no teníamos cuerda y mi amiga había perdido su bolso porque con el miedo olvidas todo y solo buscas la forma de salir.
Un día en Japón, fuí a un parque de atracciones con mís amígos. Cuando entramos, decídimos visitar la casa del terror. Cuando nos acercamos para comprar las entradas, lo primero que preguntó el taquillero es si estabamos preparados para “ sufrir” la experiéncia. Nos miramos los unos a los otros sorprendidos, le contestamos “ claro que si”. Entonces nos dio una cuerda y explicó que era para que no nos perdiéramos. Así, preparadas, entramos. Era un pasillo muy largo y oscuro, alumbrado con algunas velas. Había sonido ambiental, misterioso y bajo. Paso a paso, mirando atrás, con miedo, llegamos a una esquina. De repente, cuando giramos al otro pasillo, se encendió una luz muy fuerte. Y vimos una mesa de médico, dónde había mucha sangre y una cabeza cortada. Empezamos a gritar y nos pusimos a retroceder, empujándonos los unos a los otros. Cuando salimos vimos que no teníamos cuerda y mi amiga había perdido su bolso porque con el miedo olvidas todo y solo buscas la forma de salir.
Cuando salimos de la atracción, todavía temblando, nos miramos a las caras y después de coger aire nos partimos el culo de risa.
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