lunes, 15 de abril de 2013

La despedida etrusca

Tres citas con la serenidad como vínculo, de Sampedro el Etrusco:

"En un antiguo monasterio el monje jardinero llevaba varias semanas preocupado. Había anunciado su visita el abad de otro cenobio cuyo jardín era reputadísimo, e importaba no desmerecer ante sus ojos. Para eso el monje venía perfeccionando el pequeño microcosmos de su jardín, repasando las ondas de arena finísima que representaban el océano, tallando el boj delimitador, aclarando el musgo y los líquenes que envejecían la roca central, símbolo de la montaña sustentadora del cielo. La víspera de la anunciada visita su propio abad acudió a felicitarle, pero el monje se sentía inquieto ante su jardín: algo faltaba. De pronto tuvo una inspiración. Se acercó al cerezo que descollaba entre los arbustos y sacudiéndolo con cuidado logró desprender de una rama la primera hoja del otoño. La hoja osciló despacio en su caída y se convirtió en una mancha amarillenta sobre el verdor impoluto del césped. El monje sonrió: el jardín perfecto quedaba completado con la imperfección. Ahora sí representaba el cosmos. Quisiera poder desempeñar aquí, al menos, la misma función que aquella hoja. 

Y quisiera creer, además, que mis palabras no han disonado demasiado en la serena armonía de esta solemnidad."

Desde la frontera (Discurso de ingreso en la Real Academia Española, 1991), José Luis Sampedro.



"Ella ofrece su mejilla como cuando él le llevó las rosas y él se quita el sombrero y la besa en las dos. Cuando se aleja, después de verla entrar, se lleva consigo una suavidad en los labios, un roce de cabellos en su frente, un sereno perfil en su memoria".

"Sereno ante la puerta que pronto traspasará, porque ya sabe vencer al destino. Atrincherándose en lo indestructible: el momento presente. Viviendo el ahora en todo su abismo".


Te debíamos al menos una, Sampedro. Con la cordialidad hecha abismo.













1 comentario:

  1. No me han conmovido las recientes muertes de dos famosas mujeres: una “Dama de Hierro” (Margaret Thacher), y una “Dama de la vida alegre y de la sensualidad” (Sara Montiel), pese a todo su eco mediático y popular. Lo que sí me ha conmovido y me ha dolido profundamente es haber perdido a José Luis Sampedro, un hombre ejemplar, un verdadero faro que nos iluminaba con su lucidez, su humanidad, su sonrisa de hombre bueno. Un hombre de cuya obra literaria el jurado que le concedió el Premio Nacional de Literatura dijo: “La suya es una producción prolífica, desarrollada al margen de las corrientes literarias y marcada por la postura vital de contribuir, desde la educación, la cultura y la transmisión del saber, a la consecución de un mundo mejor”. Un hombre para quien “escribir era vivir” y que dijo palabras tan sabias como éstas: “ En nuestro mundo sólo queda un ideal: el dinero, pero puede haber un desarrollo más equitativo, donde se pueda repartir la riqueza (...) La vida no es producir y consumir y sí crear y recrear”. Su vida fue un ejemplo vivo de ello.
    Ojalá un día alcancemos ese “mundo mejor” con el que él soñó.

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