domingo, 14 de abril de 2013

Vera F.

(Enlace al artículo de El País)
Antes de nada debo admitir que el término “veganismo” era un término totalmente desconocido para mí. Sí que conocía vegetarianismo. He buscado su definición y según Donald Watson, su creador, el veganismo “es una filosofía de vida que excluye todas las formas de explotación y crueldad hacia el reino animal e incluye una reverencia a la vida. En la práctica se aplica siguiendo una dieta vegetariana pura y anima el uso de alternativas para todas las materias derivadas parcial o totalmente de animales”.
Además, encontré el posicionamiento de algunos personajes famosos, que presentan unos argumentos muy fuertes y que dejan entrever un profundo sentimiento ético y de respeto a la vida, con los cuales estoy de acuerdo; por ejemplo:
El animal tiene, como tú, un corazón que siente. El animal conoce, como tú, la alegría y el dolor. El animal tiene, como tú, sus aspiraciones. El animal tiene, como tú, un derecho a la vida” Peter Rosegger
“La no violencia lleva a la más alta ética, lo cual es la meta de la evolución. Hasta que no cesemos de dañar a otros seres vivos, somos aún salvajes” Thomas Edison
No obstante, yo no estoy segura en relación a mi propio punto de vista. Quizás sea porque he tenido experiencias con personas vegetarianas que me dejaran una huella, que de una forma preconcebida, lo reconozco, acabo extendiendo a los demás vegetarianos. Las comento:
La primera fue haciendo el Camino de Machu Pichu, un de los amigos que nos acompañaba era vegetariano y, en cierto sentido, fue un fastidio porque siempre comíamos lo mismo; ocurría que todos sí que podíamos adaptarnos a su dieta, pero él a la nuestra no. Pero eso no es lo que realmente me molestaba, sino el facto de que, después de un mes juntos, me di cuenta de que era un gran manipulador, acababa siempre imponiendo su voluntad sobre todos los demás y transmitía unos aires de superioridad (en especial por ser vegetariano), que hacía con que los demás nos sintiéramos unos torpes sin evolución.
La segunda experiencia fue también en un camino; el de Santiago lo hice con una amiga vegetariana. De verdad que en esta ocasión no me molestó para nada, además ella es una persona extremamente gentil, sensible y amable. Lo que sí me llamaba la atención era que, a pesar de todo lo respeto que tenía hacía la vida de los animales, incluso porque era budista, se sentía muy deprimida y desilusionada en relación a su propia vida.
Así que, a lo que voy es que estar sintonizado con una filosofía de vida tan profunda debería abarcar todas las relaciones – con los animales, las demás personas y consigo propio.
Quero matizar que no tengo derecho a hacer cualquier juzgamiento, pero muchas veces esos mismos “veganos” no se preocupan por ejemplo con el hambre mundial, con la enorme cantidad de niños desnutridos o maltratados. No es que quiera defender que el ser humano tiene más derecho a la vida de que los animales, y además creo que hay que condenar toda forma de tortura y tratamiento cruel hacia ellos (como las plazas de toros, por ejemplo); no obstante me pregunto si realmente están convictos de su elección por una visión ética y sagrada de la vida o simplemente porque es una forma a más de parecer en las portadas y en los medios de comunicación.
No quisiera parecer corporativista o pretender que el ser humano sea el centro de la vida en el planeta, en función de lo cual todo se justifica, pero en principio me conformaría con que erradicásemos el hambre, quizás después sería más fácil o incluso natural una relación más respetuosa entre todos los seres vivos, creo que eso es una cuestión de evolución.









No hay comentarios:

Publicar un comentario