martes, 9 de abril de 2013

Vera F.

(Enlace al artículo de El Día) Eso de la mentira es interesante. Yo también creo que no vivimos sin mentir. La cuestión no es si mentimos, sino la motivación, la frecuencia, las consecuencias, la relevancia y la implicación emocional de una dada mentira porque creo que las hay que son inclusive bien intencionadas, como por ejemplo ahorrar sufrimiento a alguien en determinadas circunstancias, omitir o postergar un dato para una momento más adecuado, cuando es algo muy delicado o especialmente doloroso. Muchas veces no es que mentimos, simplemente no decimos la verdad, omitimos una información o maquilamos un poco la realidad para hacerla más atractiva, lo que la convierte en un gesto incluso amable. En la vida de una pareja, por ejemplo, no ser totalmente sincero es una cuestión de diplomacia y que ayuda a mantener la mirada apasionada, la admiración, la capacidad de ver la belleza y el encantamiento en el otro. Y qué decir de lo cuanto mentimos a los niños - lo del Ratón Pérez, los Reyes Magos, el Conejo de la Pascua, Santa Kraus, el Hada de los Dientes, todo mentira al fin y al cabo. Bien, por otro lado la cuestión es que existe una diferencia entre decir una mentira bien intencionada, si así pudiéramos decir, y estar constantemente mintiendo. Si uno miente siempre, o la mentira tiene un grado de implicación o motivación emocional muy fuerte, que contradice rotundamente un sentimiento o un deseo, creo que es casi imposible que no se note porque queda en evidencia en el lenguaje corporal. Muchas veces el lenguaje corporal de la mentira es casi imperceptible porque los gestos son involuntarios, fortuitos, precipitados, nerviosos ya que la persona intenta protegerse a sí mismo o a lo que está diciendo, tapándose la boca, cruzando los brazos, mirando hacia abajo, desviando la mirada, tocándose la nuca, en fin, gestos que reflejan una cierta incomodidad o mismo vergüenza. Es que la mentira, aunque as veces es necesaria, siempre es incomoda. Lo que sí me parece cierto es que vivimos en medio de mentiras – de políticos, de la Iglesia, de los expertos económicos, de las instituciones, de los organismos internacionales, las familias. Informaciones omitidas, manipuladas, interesadas, parcializadas, generalizadas o sedimentadas de acuerdo con la conveniencia son, al final, una manera de mentir.






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