Dicen (o mejor, “decían”) la guías que El Algarve portugués goza de un microclima especial que hace que la temperatura no suba de 30 y no baje de los 21 en lo que a grados Celsius se refiere.
La realidad es que ni a la salida de Zaragoza ni a la llegada dicha información se cumplió. Solo recuerdo calor, calor, calor. No puedo hablar de la humedad que suele haber cerca del mar, porque el calor lo tapaba todo. Calor, calor y calor.
Hasta las aguas atlánticas (referencia de aguas frescas donde las haya) estaban calentitas y sosegadas.
Por lo demás, las guías tenían razón: no hay nada que sea auténtico, en el sentido artesano, popular, terruñero. Todo es blanco, pero es porque el paisaje está enjalbegado de edificios de todo tipo, altos, bajos, pequeños, grandes, inmensos, saturados, aumentados, sobrecrecidos, acosadores, instigadores, explotadores, especuladores… Es lo mismo que hemos visto por estas tierras, pero allí, en la vecina y querida Portugal. Yo creo que ni ellos mismos se extrañan ya.
Lo más interesante es la atracción que provoca en paisanos de más allá de los Pirineos. Jóvenes y medianos, mayores y jubilados, matrimonios y recién paridas. Había de todo y todos rojos como las gambas a medio cocer, aunque tenían facilidades: por la mañana al sol de la playa y por la tarde noche al calor de los innumerables cobijos especialmente diseñados para sonsacarles los euros que tuvieran sueltos o agarrados al bolsillo. Muy ruidosos, muy obstinados, muy suyos.
En fin, calor, calor y calor. Mucho turismo y mucho calor.
Cabo de San Vicente
Sillar corroído por la sal
Faro de San Vicente
Faros de San Vicente
¡Cuidado con los tiburones!
Vila do Bispo
¡Y que viva México!
Dulce y cálida Tavira
Plaza Mayor de Tavira
Escaleras al castillo de Tavira
Acceso a la Ciudad Vieja de Faro
¡¡Agua!!
Acceso a la Catedral de Faro
Zona peatonal de Faro
!Hasta los gatos tenían calor!
Qué mala es la caló!! A ver cuándo aprendes a echarte siestas de 4 horas, a darte baños nocturnos en pelotas y a no irte al lecho antes de las tres de la madrugá. Esa vida eremita que llevas al lado de jubilatas no te sienta nada bien.
ResponderEliminar¡Y tú que lo digas, Extranjero! La verdad es que no sé para qué salgo, con el fresquito delicioso que hace en esta tierra.
ResponderEliminarAunque he hecho cuanto dices, solo que algo atribulado: siestas de pelotas, baños de asiento a las dos de la tarde y lo de madrugar, no necesitaba despertador, ya que la próstata me ayudaba.
En fin, es lo que me espera en mi carrera hacia la jubilación.
¡Ya llegarás, Calimero!