Esta frase solía decirla mi padre y la interpretábamos como que hay que dejarse estar en ciertas situaciones, quedarse en el nido, agazaparse en la mata, ver llover afuera mientras dentro de casa te dedicas a holgazanear o a dejar pasar las horas.
Más o menos es lo que he hecho. Ignoro qué número de Legión romana fue la que puso cerco a Numancia o a qué se dedicaban los numantinos en sus pocos ratos de ocio. Pero sé a qué huele Numancia, sé la forma de sus nubes, el azul de sus cielos y el blancor de sus espinos blancos (Crataegus oxyacantha) o el rojo de sus amapolas (Papaver rhoeas).
Ignoro igualmente dónde está enterrada la madre de Marichalar o cuál es el camino que comunica con San Saturio, pero he estado allí y sus imágenes están prendidas en mis neuronas, listas para el recuerdo.
Así que me dejo estar, dejo que pasen los días y dejo que el jefe máximo (que para algo es jefe por aclamación popular) busque sus mejores fotos, escoja sus mejores versos, escriba sus mejores líneas y deletree la melodía de un día de excursión. No tengo dudas de que lo hace mil veces mejor que yo.
Y mientras vienen días y caen panes, dejo que se desgranen aquellas instantáneas que mi máquina obtuvo, porque hay días en que uno está en otras cosas…
Te leo con gusto, "degusto" tus hermosas instantáneas fotográficas y te agradezco ese guiño que me incluye en tu galería de excursionistas. Un detalle que me ha conmovido y me ha hecho sonreír, amigo An Arco.Gracias, gracias.
ResponderEliminarTe diré más, Gelovira amiga. No solo se llamaba de apellido Monreal la mujer de la tienda, sino que adornaba su apellido con el nombre de Pilar. Así que no pude otra cosa que pensar en ti, que diría la canción.
ResponderEliminarDespués de tantos años recorriendo geografía y desbastándonos la lengua, no puedo no echarte de menos.
Un abrazo fraternal