viernes, 29 de mayo de 2020

Mismo sitio, distinto lugar


Hay entradas en este blog que hibernan en la memoria hasta ser publicadas. Otras que, una vez publicadas, hibernan hasta la llegada de otra. La de hoy ha permanecido varios meses en ese primer estado de hibernación, lo que dura un invierno y una primavera a medias. La de la esquina rota. Fin de fase.


Ahora que por fin asomamos la cabeza por la puerta de la cabaña, ha llegado el momento de dar salida/entrada a la visita que hicimos en diciembre. Rememorar el tiempo de cuando podíamos salir, juntos y revueltos, mirando al  zoom de Canon sin más carillas que las de todos los días, las nuestras:


Por octubre sería cuando preparábamos el recorrido monumental por las calles de Zaragoza. Con una conocida sensación de déjà vu. Era una visita que pretendía ser un calco de otros años. Más aún: mucho más típica que ningún otro año. Íbamos a visitar una basílica y una plaza cien veces visitadas. Algunos profesores y alumnos seríamos los mismos que en cursos anteriores. Con pequeñas variaciones, recorreríamos de nuevo, de oeste a este, río abajo, como en un reflejo diagonal de cursos anteriores, el trayecto que va de San Juan de los Panetes al muro mudéjar de La Parroquieta de La Seo, con entrada en el Pilar y en La Lonja de mercaderes.


Sin embargo, por un simple giro del destino, todo empezó a quedar envuelto por un fascinante fenómeno, menos literaturizado que el anterior, conocido como “jamais vu”, un término utilizado en los manuales de psicología, que recurren de nuevo al francés -la lengua del surrealismo- para expresar la incapacidad de reconocer situaciones, nombres o imágenes ciertamente familiares.


Una extraña turbulencia entre clarividencia y percepción. Un fallo en el sistema. Todo sonaba a lo mismo, pero nada de nada iba a ser igual. De hecho, estas mismas fotos, con el fluir del recuerdo, no guardan ni orden cronológico ni mucho concierto. Como si siguiéramos enredados en el bucle.


El aleteo de la mariposa comenzó en la página de Freetour. Ahí empezó la fritura, que diría Mapi. Esta vez no serían guías con contratas municipales ni nuestro dicharachero alumnado el encargado de pastorear y amasar a la masa, como en cursos precedentes. Pagamos un adelanto para dejarnos llevar por Diego Laborda, condecorado con el Best Free Tour Worldwide de 2019. Más que nada, desde nuestro/a ánimo/a extranjero/a, por contradecir aquello de que nadie es profeta en su propia tierra. 


Como en una extraña premonición, pronto nos vimos luchando con los límites y los aforos. Esta vez no íbamos a ser los 30 o 40 que combatimos el frío mordiente de otros diciembres. El número excedía de 50 y hubo que hacer dos tandas y dos turnos, dos series de fotos. Quizás dos facturas, como si empezáramos a prepararnos para una nueva normalidad, que por aquel entonces no tenía ni nombre. A las 10 y a las 12. De dos horas cada una.  Y sobrevino cierto pandemonio, antes de que estallara la pandemia y nos cerraran las calles. 


Problemas menores, idénticas soluciones. Reiniciar la computadora. Desenfoque - Reenfoque.


Que si mi grupo va a su hora porque ya lo he explicado y tengo madres, pero que el tuyo lo entenderá porque son los de las doce, y que los otros no protestarán porque son muy majos. Y en mitad del caos surgió el manto protector de Mª José Auría, con su resplandeciente nimbo, un nombre de mujer y un número de teléfono. Al otro lado del hilo, una voz amiga nos dijo que permitiría la entrada gratuita a nuestro alumnado a los museos Pablo Gargallo y al Foro Romano. Solo para ese día. Para el después de la primera tanda o el antes de la segunda. Como contraseña de un solo uso, servía decir: Españoleoi. Sin barra baja y ni siquiera barreras.


Y acabamos como en una de esas películas con doble dosis de final feliz:



Y sí, Diego Laborda, además de maestro de ceremonias, ejerció de crack en el área grande y en el área pequeña. A doble partido, como en una semifinal copera. Con ese instinto goleador de los que han viajado mucho y les ha servido, tanto la ida como la vuelta. Buen conocedor del regate verbal, el pase justo, el respeto al rival y el camino a portería. Combinando técnica y pasión en la debida proporción, entró pronto a formar parte de ese pequeño grupo de facilitadores que con dos frases soluciona lo que algún que otro funcionario gómez o lópez tardaría dos semanas. El mundo, en eso, también está dividido. 



Cuando se haga una crónica de la posterior crisis del coronavirus, uno se preguntará qué hizo durante aquellos días, cuántas películas vio, cuántas videollamadas dedicó, a quiénes echó más de menos... Mientras se aclara el desfase, aún seguimos dándole vueltas al final de las fases, 

a las frases que dejamos abiertas,

a las conquistas sin celebrar,

a las compras sin hacer,

 a las huertas sin regar, 

a las canciones sin grabar,

a los círculos sin cerrar,

a las estrellas que vimos caer

y a los puentes que no llegamos a cruzar.

A todo eso se sumarán recuerdos sobre cómo, cuándo y con quién fue la primera caña de la Fase 1. Cuál fue el primer destino para la Fase 2. Dónde fue el primer abrazo interprovincial de la Fase 3. Y de quiénes eran esas fotos, si del Fotógrafo 0, del 1, del 2... o de la Fotógrafa 10, Nadia Serebryakova, cuyas fotos son tan particularmente sugerentes e igualmente distintas que otras veces, año tras año. Canon contra canon:



Segundo asalto. El decisivo, sin medias tintas:










Ahí quedó. Aquí quedan: las manos que sí se llegaron a juntar, los planes que finalmente dimos por cumplidos, las tartas de cumpleaños que soplamos entre todos, las montañas que ya habíamos subido y las películas que hoy estrenamos. Todo ello frente a las excursiones que luego se quedaron en el tintero, los exámenes sin escribir y todas las clases que se quedaron sin dar como solíamos darlas.

Porque rememorar todo esto nos ha servido, de paso, para reividicar el antes, la página del libro de texto donde nos quedamos colgados. Esa antigua sensación de cuando podíamos salir. De cuando lo hacíamos sin guardar distancias. Esos y otros muchos antes. Incluso el antes-del-antes-del-después

Como por ejemplo, por citar una noche, cuando inauguramos este curso dándonos un baño de multitudes en la Sala Multiusos. Era 28 de septiembre y Vetusta Morla presentaba en el FIZ de Zaragoza su entonces último disco: Mismo sitio, distinto lugar. Un sintagma sobrenatural, capaz de conciliar, con una sola coma de por medio, el ya visto y el jamás visto.

Pasada aquella medianoche inaugural, Pucho arrancaba cientos de gargantas con su Copenhague, un himno que atraviesa el alma viajera de todos aquellos que sueñan con despertar en otro tiempo y en otro lugar, con poder decir: ¿qué hago yo aquí?, ¿qué pinta aquí esta foto? 


El estribillo dice así:

Dejarse llevar suena demasiado bien, jugar al azar,
nunca saber dónde puedes terminar (o empezar).

El resumen dorado para esta crónica. Todo iba a ser un como siempre, en el mismo sitio, pero todo transcurrió como nunca. En un lugar inmaterial distinto. Las canciones siempre parecen otras, por mil veces que las escuches. Ahí está el último disco de esta gente (MSDL- Canciones dentro de canciones), que reproduce enterito su disco anterior, en el mismo orden y con distinto tempo, en extraña metáfora entre el ya y el jamás. Como suele ocurrir, ni nunca nada es como siempre ni nada, nunca, vuelve a ser exactamente igual. 

Lo remata otra canción: Ya nada será igual, tras el día de la gran broma final. No fue pequeña la broma. Ahora que todo muta, que el curso acaba, que plegamos velas, que tapamos la cámara, siempre nos queda ese dejarnos llevar y aprender en silencio, desde el silencio, del...


El resto es historia, extraña historia. Como siempre. Como nunca jamás.





4 comentarios:

  1. Mientras lo leía, me parecía estar ahí. Confundido con ellos. Y echándote el aliento a la espalda para aprender a ver como tú ves. Fotografía "literaturizada". Literatura fotografiada. Mismo lugar, distinto sitio. O al revés. Chapó, chaval.

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    1. Efejota:

      Es un honor recibir ese comentario de alguien como tú, que ha ejercido durante décadas el periodismo más difícil que conozco y de una forma tan honesta que parece hasta imposible. El periodismo del dos por uno (bolígrafo y cámara), el del todo en uno (política, cultura, sociedad…), el del hágalo usted mismo (desde la maquetación hasta el crucigrama) y el de aguante luego el chaparrón del alcalde o el de la oposición.

      De ti aprendí el respeto total hacia los entrevistados, el arte de apuntar solo lo justo para seguir sosteniendo la mirada de quien tenías delante, la inocencia no fingida de tus preguntas, la sorpresa y la empatía por las historias que te contaban, y la decepción por la clase política, que fue la única que intentó que cambiases alguna frase o alguna foto. Si lo sé es porque confieso que me dejaba engañar para hacer de cámara algún verano, y así disfrutar en primera línea de tu manera de entender la profesión.

      Tú nunca has acudido a una sola de mis clases, aunque alguna vez fuiste invitado para comentar alguna triquiñuela lingüística, de esas que nos entretenían las sobremesas comentando la última jugada o jugarreta de la RAE, de la Nueva Ortografía, del Diccionario de dudas, de Libros de estilo o de la Fundéu, con alguna que otra llamada casi al cierre de edición para despejar dudas. Tu respeto a las palabras prestigiaron tu profesión, y tu amor hacia ellas me reconciliaron más de una vez con mi oficio.

      Cambia lo de "entrevistados" por "alumnado", y lo de "clase política" por "mis problemas con la administración", y la ecuación resultante será la misma: idéntica pasión y el mismo convencimiento.

      Aquí quería llegar: Mismo oficio, distinta profesión. Todo mi respeto hacia su libre ejercicio del periodismo, señor. Y toda mi admiración, maestro.

      RDR

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  2. Tienes el don de tejer alfombras mágicas, anverso imagen, reverso palabra, o al revés, erre que erre. Todo aliento, todo vida, todo ver como el otro y todo regalar tu mirada y enseñar a mirar. Regalas el mundo, de verdad. Respiro hondo. Gracias. MJ

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    1. ¡Ay, ay, ay, Emejota, qué cosas más bonitas dices!

      Si no hubiera cultivado mano a mano contigo el arte de la escucha, la capacidad de observación desde la distancia y el humor, el placer de contar historias, la habilidad para recuperar el hilo de la historia anterior y la valentía de la introspección, no habríamos coincidido aquí y ahora, después de tantos años.

      Si algo de todo lo anterior hay en este fotorrelato, tú me lo has enseñado. Es cosa tuya. Y que sepas que lo de los cumpleaños que soplamos entre todos, en fases sucesivas, hasta anteayer mismo, iban por ti. ¡Extraño cumpleaños! Felicidades otra vez. Gracias.

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