martes, 14 de mayo de 2013

Vera F.

(Enlace al artículo de El País)
En relación a los sueños yo estoy convencida de que representan un lenguaje, que no es verbal sino simbólico, mediante imágenes y metáforas que nos intrigan porque intuimos que significan algo. Creo que es ingenuo y racional suponer que los sueños no tienen nada que ver con nuestros deseos, búsquedas, temores, dudas, heridas, conflictos, miedos etc.
El problema es que les damos poca importancia, quizás la misma que damos a nuestras intuiciones y con eso perdemos la oportunidad de reflexionar a cerca de cosas que son importantes para nuestra vida y felicidad.
Creo que la capacidad de soñar y acordarse del sueño tiene relación con el estado físico y emocional porque, de acuerdo con mi experiencia, a menudo yo me acuerdo de los sueños en situaciones extremas – tanto positivas cuanto negativas, y además sé perfectamente que ciertos sueños frecuentes tienen relación con un determinado estado emocional o con situaciones vividas.
Durante el período que hice el Camino de Santiago soñé mucho y eran sueños preciosos, con una simbología muy fuerte y que me resultaba muy clara. Un de los que me marcó mucho, si me permite compartirlo, anunciaba todo el cambio que vendría a vivir posteriormente en mi vida, la perdida de mi lugar común, del sentimiento de pertenencia, de seguridad, de “estar en mi casa”.
En ese sueño yo me encontraba en mi casa, con mis hermanas, mirando por una ventana hacía fuera. Era un paisaje tranquilo, conocido, casi bucólico y nosotras estábamos apoyadas en la ventana, como solíamos estar, diría yo “fraternalmente juntas”. De pronto, me di cuenta de que se acercaba una gran tormenta, un huracán, y que pasaría justo por el medio de nuestra casa sin que pudiéramos alejarnos o protegernos. Me acuerdo que el sentimiento que sentí fue de aceptación, como algo inevitable. Cuando el huracán pasó, se llevó el techo de la casa y yo estaba sola y pude ver un cielo con nubarrones muy negros. En seguida, las nubes fueron despareciendo, el cielo se puso azul y las propias nubes dibujaron una espada; la espada se incendió y con fuego escribió “génesis”.
No es necesario decir que supe que habría un cambio radical en mi vida, que tendría que reempezarla y que eso me costaría mucho. Por otro lado me aportó confianza, por la espada y por el fuego, pero también la intuición de que no recuperaría este lugar.
Después de este, vinieron muchos otros, no solo anunciando los cambios, las pérdidas, la soledad, la dificultad de encontrar un nuevo rumbo, sino también de nuevas experiencias, nuevos sentidos para la vida; soñaba con casas antiguas, portones que tenía que abrir y cruzar, muchas puertas y muchas llaves y mi cayado de peregrina. En fin… hoy puedo mirar hacia tras y comprender el simbolismo de esos sueños, lo que anunciaban y, muchas veces, me pregunté cuál era la parte de mí misma que siempre supo lo que pasaría antes mismo de que sucediese.
En definitiva, creo que nuestro subconsciente capta señales, que aparentemente nos pasan inadvertidos y nos los transmite, a través de los sueños, como un intento de prepararnos o simplemente comunicarnos una situación que es inevitable porque, en última análisis, la deseamos y la buscamos.







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