lunes, 3 de junio de 2013

Vera F.

(Enlace al artículo de El País)
Creo que el dolor de las perdidas solo puede ser comprendido cuando uno lo ha vivenciado y aunque sea posible describir el duelo en términos de una disciplina psicológica, definiéndolo como el proceso de adaptación vivido a partir de una perdida significativa para la persona, quier sea de una relación, un trabajo, un familiar etc… con sus distintas y sucesivas fases, yo no estoy plenamente de acuerdo.
En mi opinión es un estado del alma caótico, en el cual las cosas, las sensaciones, el cotidiano adquieren un nuevo sentido que transcienden lo previsible y que tan solo se puede mirar y describir en términos de metáforas.
Me han dicho, mucho tiempo atrás, que yo viviría muchas perdidas. No lo considero así, pero sí considero que las que he vivido me dejaron una huella de dolor que, aunque no esté tan nítida, es imborrable.
Es el dolor que se refleja en la luz de una vela solitaria, en una noche oscura y fría, porque el tiempo se hace muy lento y todo habla de soledad, búsqueda y espera;
Duelo es cuando toda el agua del mundo se transforma en lágrimas, y todos los charcos en lagos de aguas profundas y contradictorias – estancadas as veces, inmóviles, vacías de vida y movimiento; fluidas otras, llevando en su flujo todo lo que pasa, todo lo que alcanza – la paja que se aleja, llevada por el movimiento monótono de las aguas, símbolo eterno de la insignificancia de nuestro destino.
Y por dónde mires, la naturaleza llora su propia disolución – la tierra en el polvo que se pierde, el fuego en el humo que se dispersa, el agua en las gotas que evaporan, la primavera en las colores que se apagan…
No hay salida, no obstante, a todo se hace el hombre, la mujer, la naturaleza y todo sigue adelante paralelo a la muerte…
Y entonces, un día, aunque tardío, la mirada cambia y en el lago de aguas profundas vemos reflejada la luz de un cielo estrellado que nos invita a navegar, a dejarse llevar, a liberar el dolor.
Si aceptamos esta invitación, subiremos a este barco atracado en el lago profundo, y lo pondremos en movimiento y aunque lenta, muy lentamente, avanzaremos, comprenderemos, aceptaremos y finalmente nos reconciliaremos.
Y si completamos la travesía, podremos, inclusive, intuir que nuestro destino común no es navegar, sino volar y que somos águilas en un largo viaje, buscando en los detalles de la vida cotidiana la seña del sentido de nuestras vidas.








No hay comentarios:

Publicar un comentario