Aprovechando que ya habíamos dado vueltas y revueltas por Toulouse, nos animamos a viajar a Albi, pequeña ciudad situada a cien kilómetros al noreste.
Lo primero que nos sorprendió fue llegar allí por una autopista que tan solo nos costó 1’46 euros: ignoro hasta este momento el porqué.
Una vez que entramos en la ciudad todo fue de sorpresa en sorpresa: un parking a pocos metros de la entrada de la ciudad y ¡¡¡gratuito!!!
La ciudad estaba llena de casitas bellas, edificios antiguos, calles primorosas, una plaza con la catedral y una casa señorial donde está el museo de Toulouse Lautrec.
Decir que el ambiente que se respiraba era de paz, que las calles – a pesar de que gente había- eran espacios de sosiego, de calma, de esparcimiento, de entretenimiento.
Las iglesias estaban todas construidas en ladrillo –como las de Toulouse- rojo y eso las hacía más sorprendentes, porque no hay nada más sorprendente que un edificio gótico realizado en ladrillo. Por dentro, todo repleto de dibujos en las paredes –horror vacui- y sin embargo, nada que resultara agobiante o abigarrado.
Pasamos el día, comimos ligeramente en una de las calles, paseamos y vimos tienducas, cruzamos el río, subimos y bajamos y subimos y volvimos a bajar. Nos quedó tan buen sabor de boca que nos pareció mal terminar allí la excursión y decidimos acercarnos a la ciudad de Castres, relativamente cercana. Creo que el contraste fue tan grande que, sin parar, volvimos a ponernos en marcha hacia nuestra torre en Toulouse.
Resumiendo: Albi es un sitio altamente recomendable para quienes desean pasear sin prisas y desean deleitarse con las maravillas de los museos, de las iglesias y de la naturaleza.
Completamente de acuerdo contigo, An Arco. Albi es una hermosa y recoleta ciudad a la que me encantaría volver para contemplar de nuevo su imponente catedral-fortaleza y comerme con los ojos y con la boca esos deliciosos chocolates de aquel Maître Chocolatier que tenía su primoroso comercio bajo los soportales del casco histórico.
ResponderEliminarLa douceur de la France partout en Albi, a pesar de que la ciudad vivió duros momentos en otros tiempos. De Albi, como sabrás, surgieron los albigenses, esa "secta herética" medieval que preconizaba la vuelta al verdadero cristianismo frente a los oropeles de la "Santa Madre Iglesia". Y ésta... no dejó vivo ni uno.