En febrero de 2020 empezamos a preparar una visita a Uncastillo, con correos y llamadas a oficinas varias. Tras dos años de parón, retomamos el borrador en el mismo punto. Algún restaurante había cerrado. Las iglesias, columnas y castillos de las Cinco Villas seguían en pie.
Mientras, en el paréntesis del confinamiento, los asesores educativos ejercieron su control a lo Big Classroom. Hubo multitud de voces tras las mascarillas. Voces que llamaban al profesorado a emitir informes. Voces que preparaban protocolos sobre cómo subir y bajar escaleras. Y un coro de voces que viralizaba el concepto de nueva normalidad.
Así las cosas, en la reunión previa a nuestra última salida se juntaron las dos corrientes: confirmamos los detalles de la excursión y justo después nos pusimos a la faena de la estandarización, un cónclave donde los ya examinados en cursos anteriores son reexaminados con el fin de que los correctores sean corregidos entre sí.
En mitad de ese material de derribo, en donde los cuartos de nota son descompuestos a su vez en décimas de cuarto, dimos con una singular voz (una palabra) que cautivó a todos los miembros del pseudotribunal. Dulciamargo, a propósito de una alumna que juntaba el sabor del pan de su pueblo con el recuerdo de su abuela fallecida.
Cuando un pez plateado surge en mitad del
chapapote de eficacia y corrección, las tablas académicas se resquebrajan. Sientes la emoción del
arqueólogo al descubrir el borde rojo de una ánfora pompeyana. Como filólogos
enamorados de las palibres (palabras que van por libre), esa mezcla creativa
puede convertirse en un vicio, todo un reto para los académicos que dan pasaportes para el diccionario.
Es sábado, y veo en la tele la final de Eurovisión, donde la cubanoespañola Chanel defiende Slomo, una canción en espanglish. Desconozco si el título proviene de un cruce (de slow y motion) o es la primera persona del verbo eslomar. Lo cierto es que las votaciones me generan desconcierto. Los jurados, descriptores en mano, no parecen coincidir. Italia, un 0; San Marino, un 12. Y así hasta que llega el voto popular y la evaluación profesional salta por los aires.
Popular, creativa, híbrida y no académica, es la invención
del juernes.
Presuponemos autoría compartida con los inventores del juepincho. Gente con ansias
de anticipar el viernes y pasárselo bien. Ahí estábamos y así empezamos: Juernes, 5 de mayo. Rumbo a...
...Sádaba, y a su fortaleza del siglo XIII:
Y recordó que Sádaba había sido zona fronteriza entre cristianos y musulmanes.
Llevados por ese puntito fronterizo, todo fue un vaivén y un subibaja.
Un cerrabierto de arcos dobles:
Un holadiós:
Nadie quería tener una foto sintigo (palabra documentada en junio de 2019, en una redacción de B1):
Al llegar al bar Atilios (un cruce entre Atila y Abilio), hubo quien se planteó vivir en un pueblo como ese, siempre y cuando estuviera garantizada la Wifi y el reparto de Amazon. Lo que vendría a ser el perfil de un cosmopueblita:
En los Bañales, el guía Joaquín (no confundir con aquel alumno Xiaoqing, que españolizó su nombre) nos recibió a contraviento:
Habló de tumbas de primera, con epitafios esculpidos para no perderlo todo, y de camposantos de segunda, donde ya nada se pierde porque se pierde todo.
El monoteísmo llegó después, y subió la apuesta de doble a triple, con la Santísima Trinidad...
Herederos de la romanización, la mejor prueba era ir hasta las termas que dan nombre al lugar.
Y comprobar que ya entonces tenían taquillas en los vestuarios, igualico que en el Forus del Aragonia:
Y que los actuales spas deben su origen al Salus Per Aquam de los romanos, con permiso de los belgas de la ciudad de Spa.
En mitad del baño filológico, llegó una frase como un chorro de agua fría: Todos somos romanos.
Ante la inmensidad de aquel paisaje desestandarizado, no estaba seguro de haber oído bien.
Pero sí. Mapi me lo confirmó, y me quedé ojiplático durante un rato:Impactado por la frase, llegué a ver un mosaico (¿romano?):
Joa-qing volvió a repetirlo en su final: "Todos somos romanos", antes de confesarnos que muchas tardes sube a la colina para hablar con el espíritu de Elio Galo, que aletea en aquel viento:
En Uncastillo nos esperaba una familia uncastillolombiana que nos devolvió a nuestra anomalía compuesta. En el bar de Mau(-ricio), al frescalor, hubo quien eligió un menú mar y montaña.
En la sobremesa, mientras me dedicaba al portuñol con Monalisa, Petrus hablaba runglish, y Yolanda y demás recibieron de postre un electroshockolate.
No sé si el guía Antonio llegó a pensar que todos somos cristianos. Si lo llegó a pensar, no lo dijo o no lo oí.
Sí debió de pensar que todos hablábamos español artístico, porque en su discurso entrelazaba tanto arquivoltas como motivos de cestería o columnas salomónicas.
Y vimos músicos pegados como sílabas a sus instrumentos.Musgos adheridos a la piedra.
Madres e hijos, como palabras compuestas.
Y llegó el superclímax de la tarde:
El anticlímax del después...
Y el sanmartín de la explicación, que llegó en San Martín, delante de un retablo escultopictórico:
En el retablo exterior, felialegres al solisombra.
Al dejar Uncastillo, ya nadie preguntaba en qué pueblo estaba ese castillo, como habían hecho en clase. Todos tenían ya soldada a fuego una sola palabra. Uncastillo. Un dos por uno, como en las happy hours.
Índicas y atlánticas.
Cesaraugustanos de los siete mares y de mil leches. Creativos y compuestos. Como la vida misma, que da para varias vidas, si miras bien de izquierda a derecha.
Como esos lugares que cobran otro sentido si los lees en contradirección:
Cerrando bien los ojos, mirando al pasado se puede entender el presente o intuir el futuro. Los historiadores lo saben. Los
psicofilólogos también, cuando hablan de extrañezas gramaticales como el pasado continuo o el futuro del pasado.
De regreso, en el supercalifragilístico asiento trasero del bus, seguimos atrapados por la psicomagia del C1.
Alumnas transterradas, con vidas divididas y el marcador a cero, hablando de salidas de emergencia. Sin llegar al sincericidio, soltamos verdades como puños. Compartidas y fundidas. Hierro y níquel en el centro de la tierra. Un castillo de verdad.
Derrapaba todavía en mi cabeza la hegemonía del todosomos, frente al somosloquesomos. Romanos y amorosos. Africanos y amerindios. Completos incompletos. Adulterados y purimpuros. Conviene recordarlo, como manual de autoayuda. Y tenerlo presente, por si las voces del principio vuelven...
Que volverán. Las de la estandarización y el purismo. Las de la im-posición, la pre-potencia y el super-yó. Las de los mandamases.
Al igual que Tutu, que esa mañana despertó, desafió las dimensiones del folio y, libre de reglas, por un momento fue un
Así sea... Así fue. Amén. Del hebreo (אמן = amn), que quiere decir verdad. Ver – dad.
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