Hasta el día de antes estuvimos con la página del Aemet en la mano. Municipio: Zaragoza. Predicción: 7 días. La columna 06-12h la encabezaban dos nubes negras sobre rayitas azules en ligera diagonal. Barruntábamos tormenta. Pero el valle del Ebro suele ser imprevisible, apuntó Viki, al otro lado del teléfono, desde el Centro de visitantes de Juslibol.
Y así fue. Debió de ser un vuelco en la depresión (térmica) o los caprichos del viento (cierzo), porque cuando cogimos el tranvía hacia el norte, la previsión 06-12h se había trasladado a la columna 12-18h. Y sí, llovió. Pero no nos llovió. Para cuando llovió estábamos ya en casita, intercambiando las fotos y rememorando escenas. También puede ser que la climatología se mostrara generosa porque nos debía una, desde nuestro último concierto, hace ya un par de años.
Más aún. Si rebobinamos nueve días atrás, la comprensión escrita de esa mañana (El ser y el tener) comenzaba así: Ha llovido mucho desde que el filósofo Erich Fromm… Setecientas palabras después, al acabar la lectura, la primera pregunta fue para esa primera expresión:
-¿Ha llovido mucho significa que ha habido mucha discusión sobre el tema?
-Mucho más simple. Es que ha pasado mucho tiempo, o que han pasado muchas cosas en determinado periodo.
- Pues en mi pueblo eso no pasaría, porque no llueve casi nada.
- ¿Hola? Os pongo un ejemplo: Ha llovido mucho desde la última vez que fuimos a Juslibol.
Fue otro 13(+1) de mayo. El de 2017. Ni están los que estaban ni los que quedamos somos los mismos. Aquella jornada queda tan cercana, y sin embargo distante, que ha sido fácil rescatarla de la memoria pero no tanto rebuscarla en la Memoria académica de 2016/17, para su publicación en este blog, conjugada en Pretérito imperfecto.
En la distancia, hay imperfectos que se tornan perfectos. Allí estábamos otra vez, preparados para repasar todo lo pretérito, hasta resucitar el pluscuamperfecto. Para resetearnos. Dispuestos a reencontramos con Viki y Mario, entusiastas guardianes de los galachos. Prestos a escribir una nueva crónica capaz de reescribir el mundo, como quien cruza el espejo hacia el recuerdo o la ficción.
Magda comparaba las
finas culebrillas de agua con las anacondas de Brasil. Anna viajó hasta Ucrania
cuando vio los mismos chopos. Urve relacionaba los corzos del lugar con los cérvidos de
Estonia. Cada cual se montó su propia
película. Ávidos de volver al pasado como quien, de paso, sueña con regresar al
futuro. Y rematar la peli con un giro de guion. Con final feliz. En clave de celuloide.
El mismo amor, la misma lluvia... Había llovido mucho desde nuestra anterior visita a Juslibol. Ha llovido desde que Erich Fromm marcó la raya entre el ser y el tener. Desde que se estrenara el documental Ser y tener en Cannes, que habla de la esencia invisible de la educación, alejada de tecnócratas y asesores. Desde que hicimos nuestra primera salida fuera de Zaragoza. Desde que abrimos este blog. Desde que se despidió Piluca, desde que vino Mapi, desde que se jubiló Andrés. Desde que tomaron medidas para perimetrarnos. Desde que vimos por vez primera La lengua de las mariposas. Desde que dejamos de darnos besos.
Ha jarreado. A mares, a cántaros. Ha caído la mundial. El diluvio universal. Chuzos de punta. Perros y gatos. Somos los que estamos, náufragos en mitad de un galacho. Agarrados al aire libre como tabla de salvación. El club de la lucha.
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